miércoles, 15 de diciembre de 2010

Sobre "La metamúsica" de Leopoldo Lugones

He aquí uno de los relatos a los que recientemente he llegado, gracias de nuevo a El Espejo Gótico y su inestimable trabajo, actualizando varias veces diarias con material literario de calidad. Es sorprendente la cantidad de autores, relatos y poemas que se pueden encontrar. Me avergüenza decir que conoceré a lo sumo una décima parte de ellos, si llega. Gracias también a su interés sacando adelante exitosamente espacios web como éste, que he podido leer este curioso relato, el cual he encontrado por internet y subido a Scribd para los ojos y mentes de los más curiosos o interesados:


Prosigamos, pues.

El argumento del relato, es harto ingenioso. Yo lo clasificaría dentro del género de la ciencia ficción... o ficción directamente, pero como está escrito hace un centenar de años, lo dejo pasar. Además, la explicación científica que el mismo relato en sí hace del fenómeno que explica, es de dudosa veracidad científica, como todo en la ciencia ficción. Aún así debo decir que más o menos se asienta bastante bien en las bases físicas de los elementos explicados, a pesar de haber creído encontrar algún que otro razonamiento sin sentido que me ha dejado algo perpleja, cito algunos ejemplos:

Hacer el vacío a una presión de la millonésima parte de la atmósfera (¡millonésima!) en un recipiente de vidrio... La verdad, creo que aquello explotaría. Igual sí que es posible, pero una millonésima parte de la presión atmosférica normal me parece una salvajada. Ya tendría que ser muy potente el aparato que lo produjera, y muy grueso el vidrio que tuviera que soportal tal diferencia de presiones interna versus externamente.

Otro ejemplo, cuando explica que hay un doble revestimiento de vidrio y en el espacio entre ambos recipientes o revestimientos hay agua supuestamente para frenar las ondas sonoras (o como dice en el relato, donde "muere" el sonido), cuando bien es sabido por aquellos que entiendan algo de física, que las ondas se propagan e incluso amplifican mejor por los sólidos y líquidos que por el aire o los gases en general... No hay que ser un intelectual para saber esto. Con que te quedes durmiendo en clase (o te apoyes en la mesa, también sirve), habrás notado alguna vez que los golpes en tu mesa se oyen mil veces mayores, con su consecuente sobresalto xD Los indios pegaban la oreja al suelo para escuchar pasos en la distancia, y si chillas a alguien en una piscina desde lo lejos, te escuchará bastante bien a pesar de tener la boca llena de agua. Puedo asegurarlo, mi hermana se encarga de demostrármelo cada verano...

Bueno, que me desvío. Otro ejemplo que también me ha desconcertado es que un vidrio de color negro restringe o refleja la luz. Cito: "Porque la luz negra tiene una vibración superior a la de todas las otras; y como por consiguiente el espacio entre movimiento y movimiento se restringe, las demás no pueden pasar por los in­tersticios y se reflejan". Primero, es erróneo hablar de luz negra si estamos tratando un objeto, puesto que los colores son un EFECTO de la luz en su superficie. Los objetos no poseen luz propia de uno u otro color y por eso los vemos tal, no. Eso no funciona así. O como dirían las imágenes frikis esas: lo estás haciendo mal xD A ver, los objetos, por sus características de forma y sobretodo material, absorben o reflejan la luz. El color negro se observa porque el objeto absorbe la luz en su totalidad, no reflejando ninguna (nosotros observamos la que refleja). Luego si no vemos nada, vemos negro. El caso contrario ocurre con el color blanco. El resto de los colores del espectro visible son también aquellos que se reflejan. Si apreciamos que un objeto es rojo, es que absorbe el resto de longitudes de onda excepto el rojo.
Aprovechando el tirón de esto de los colores, y hablando de lo del blanco y el negro y la absorción de luz, recuerdo a los lectores a modo de anécdota el por qué en verano da tanto calor la ropa de color negro. Un fenómeno que conozco bastante bien de primera mano, y he podido corroborar xD

No obstante, debo decir que el autor se curró la idea, supongo que se informaría y a pesar de no parecer tener mucha idea de física, lleva a cabo el relato con gran habilidad. Quizás el secreto por el que camufla sus errores científicos cometidos es que lo intrinca tanto en la explicación, que tu mente prefiere creerse lo que lee antes que exprimirse intentando averiguar qué es lo que quiere decir, para ver si lo dice bien o no. En mi caso no lo he podido evitar. Me encanta la literatura, pero soy una chica de ciencias, lo siento xD

En cuanto a la idea principal del autor (descabellada por cierto, pero hermosa) de transformar la música en colores para enseñar, para transmitir a su querido amigo lo que se siente cuando uno escucha o crea música... es una ingeniosidad absoluta, puesto que parece ser que hay quienes no lo entienden. Y eso pasaba antes como también pasa ahora, y seguirá pasando en un futuro... También depende de la persona y sus gustos, pero, al menos yo, soy capaz de interiorizar, apreciar y sentir una buena melodía, depende del género en el que se encuentre. No me refiero a ritmos vacíos, sino a sencillas melodías, de las que quedan pocas. Esas que resuenan solemnes en tu interior como si de un himno se tratase, esas que sientes a tu alma gritar a los cuatro vientos. Las que no poseen letra, pero conoces el sentimiento que intenta transmitir. Esas que te duelen y se te clavan en el alma al igual que aquellas otras que te hacen sentir eufórico, en la cima del mundo. Las que te oprimen hasta hacerte llorar, de tristeza, de alegría (¡qué más da!), sin razón aparente. Esas que te hacen SENTIR, y recuerdas que estás vivo. Esas, amigo mío.

Un fenómeno increíble, cierto, pero menos aún que el de transformar el sonido en color. Nada más que decir, sobran las palabras... ¡Que suene la música!

martes, 14 de diciembre de 2010

Morir, dormir, quizás soñar...

Esta mañana, cuando he vuelto de clase, me he mirado en el espejo. Será por la luz de este día nublado, pero me he visto la cara demasiado pálida... Los ojos hundidos, apagados, con algo de ojeras que sobre el pálido lienzo de mi rostro se veían más marcada. Una expresión de cansancio, fantasmagórica, con los labios también pálidos. Ha sido un instante, mi mente me ha proporcionado la aterradora visión exagerada de mi expresión cadavérica. Me he quedado inmóvil, la visión se desvaneció, pero mi palidez me la seguía recordando... Y ha sido entonces cuando me he preguntado:


¿Y si muriera mañana?

¿Y si, por una enfermedad incurable, nadie me hubiera dicho que tengo poco tiempo de vida?

¿Qué cosas que parece no merecer la pena arriesgar, pondría en juego? ¿Qué decisiones desesperadas tomaría? ¿Qué divertidas locuras cometería? ¿Que últimas palabras dedicaría a la gente que me importa? Como si me fuera a morir mañana, explotando cada valioso segundo, cada grano de arena del reloj, y expresando lo que pienso y siento...


¿No sería entonces cuando viviría de verdad? ¿No me daría cuenta de que debería haber hecho todo eso antes, para haber podido saborear todos los momentos, y no sólo los últimos?


Bienvenido a la vida, no sabes por cuanto tiempo, así que exprímela, arriesga, gana, pierde, ríe, llora, lucha, ama... Y arrepiéntete sólo de aquello que tu valor te impidió realizar.

martes, 7 de diciembre de 2010

Una batalla perdida es una batalla que uno cree que ha perdido.

Creo que debo canalizar mis defectos en algo positivo. Supongo que el orgullo y la venganza pueden tener su lado bueno.

No puedo negarlo, la satisfacción de la venganza es uno de los placeres de la vida que no me arrepiento de disfrutar. Lo malo de dicha satisfacción es que es como un éxtasis, te pega un subidón, y baja. Y ya está. Pero sigue siendo mi éxtasis de venganza. Claro que... en teoría regocijarse en ella es algo malo, sobretodo si te cebas en tu víctima. Pero entonces, si el objeto de tu venganza es algo inanimado, es una lucha interna, o una lucha por unos objetivos que quizás han escapado de ti una vez... Es el momento de sacar la artillería pesada. A veces es necesario pedir ayuda, pero una dulce y fría venganza, un triunfo por la puerta grande... No tiene precio.

Todo es proponérselo, saber trabajar bajo presión, en tiempo record, sacar lo mejor de uno mismo, y obtener la recompensa justa y esperada. Un delicioso placer... que no puedo dejar de recomendar.

Y claro, luego está el tema del orgullo... hay situaciones que no puedo dejar que me pisoteen, es como el honor en la edad media... o la filosofia de los samurai. Y si sé que puedo hacer lo que me he propuesto, es que puedo, y punto. Y no me dejaré amilanar por nada, y el haber fallado no me hará sino más fuerte, me dará más rabia y preparará mi salida triunfal...

Los fallos que hieren el orgullo son humillantes, y joden que no veas xD así que se les resta importancia... Pero las victorias después de caer, son el mismísimo cielo.

La satisfacción de haber dado lo mejor de ti, la satisfacción de un trabajo bien hecho, la satisfacción de que se premia tu esfuerzo, la satisfacción de haber sacado la rabia del berserker y acabar con el enemigo!! No sólo ganar, sino masacrar!!

En resumen: Saber que puedes cumplir lo que te propongas, que pocas cosas hay imposibles si te arrojas a ello de verdad, con todas tus fuerzas y por el camino correcto... o lo que es lo mismo:

I (L) Matemáticas :D

domingo, 7 de noviembre de 2010

Mega-contestación en Flipster

Son preguntas pesadas de responder, pero quién las hace, parece saber que me gusta pensar xD Me alegra dar esa imagen jaja
Interesante lo de la invisibilidad, ya tratado en ciencia-ficción, pero con todo lo que he pensado y leído, cada vez lo veo más ficción que ciencia. Os dejo con la pregunta y la respuesta =)

Pregunta original pero sin sentido..."Si fueras invisible...."
Si fueras invisible serías ciego, ya que el sistema óptico quedaría inhabilitado al no existir una pared óptica donde reflejar lo que entra por el iris.....
¿Tengo o no Razón? Rubia Exquisita.
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Veamos... Si nos ponemos tiquismiquis me obligas a rectificarte y matizar eso de "lo que entra por el iris". A lo que tú llamas "lo que entra" es luz, fotones, radiación electromagnética de distintos espectro luminosos. Pero sobretodo... no entra por el iris, que es un músculo, sino por la pupila.

En segundo lugar, como no se ha conseguido la invisibilidad en la especie humana, no podemos saber exactamente que procesos debería atravesar el cuerpo para alcanzar dicho estado, luego aventurar la ceguera es fruto de dar por sentado algunos conceptos.

A veces se confunde el término invisibilidad con el término transparencia. La transparencia supondría que las partículas de radiación atravesarían el cuerpo sin sufrir modificaciones en su trayectoria (no serían reflejados, refractados, absorbidos...). Esto sólo sería posible modificando TODAS las células del organismo, densidades de fluidos, exponiéndo los órganos internos a dicha radiación, la sangre (la hemoglobina que se asocia con el oxígeno, es un compuesto de color rojo, no puede ser transparente...). Vamos, que mires por donde mires hay complicaciones por todos lados, y una muerte asegurada del sujeto-cobaya en cuestión.

Si no te has complicado tanto y has pensado sólo en el sistema óptico, pues sí, ciertamente en el ojo se forma una cámara oscura, que si fuera transparente no funcionaría, sería imposible regular la luz que entra. En la retina los conos y bastones reciben los estímulos (los fotones nombrados anteriormente), los cuales podría pensarse que se colapsarían ante tanto estímulo. Pero si suponemos que los fotones atraviesan su cuerpo limpiamente, eso implica que ningún fotón es interceptado por los receptores, siendo imposible transmitir imagen ninguna al cerebro. Sería ciego, sí, porque no vería nada más que la fría y baldía oscuridad; pero también habría muerto antes xD

Pero creo que la invisibilidad no tiene por qué ser sinónimo de transparencia. No sé cómo (si lo supiera no estaría teorizando, sino ganando dinero xD), pero si se pudiera hacer que un cuerpo absorbiera y reflejara luz ¡pero! en un espectro invisible para el ojo humano (infrarrojo o ultravioleta, por ejemplo), lograríamos nuestro objetivo. Aunque ciertamente, lo veo igual de improbable que el caso anterior.

Cuanto más pienso sobre el tema, más descabellado me parece todo esto de la invisibilidad...

Luego, no puedo darte la razón sobre un tema basado en especulación y por lo tanto irreal hasta el momento... pero tampoco quitártela ;)

Extraño adjetivo el de "exquisita". Nunca me habría imaginado recibirlo, así que gracias xD

lunes, 1 de noviembre de 2010

"November"

There's no words to explain
when you give everything
and get nothing back;
you only lose more instead

When you feel that no one knows you
just the way you are.
Nobody has loved you
just the way you are.

Deception, i'm all alone
Nobody to support me
Just my fucking feet
fight for stand on the ground


and keep walking, oh baby, keep walking!

I am used to be strong
So I don't ask for help
But sometimes I'm lost
And you can't help me

Love's a dellusion
Everything is fake
I knew what I did was wrong
but I thought was worth... for love

You can't even recall for peace
when there's no turning back
It hurts slowly and painfully
like a knife in your chest

I swallowed my pride many times
and only found an ice wall
Disappointed once and again
In a game where I always lose

Oh baby I'm sooo cold!!

Everything changes, my friend, I know
But I woke up cold November
and I can't get to sleep again
Nor shed more tears...

Oh baby I'm all alooone!!!

It ain't worth anymore
I could get over it
But I can't
Is time to admit myself
that THERE IS LOOOOVE!!!
in me. 


Lynx - Traces
Come home to find
say its been a long time
all thats left of you in my mind is traces

I wonder can your essence still fill up
all those
empty spaces

The sight of you is like the morning dew
so refreshing
so sweet
and yet so cold
you're so damn cold sometimes
you're so damn cold sometimes

sábado, 23 de octubre de 2010

"Goth" Word: The Origins

The origin of the term "goth" in a subculture all over the world.

I wanted to share some information that I came across when searching for goth subculture information on the Internet.

To begin with, I’m in the need to explain that goth subculture or goth movement is very complex. You may not find two goths whose thougts are equal, because gothic philosophy has his variations depending on people. I said so because the information I am going to share may or may not be true, but in my opinion can be accepted as a valid origin to this word. Here I go then…

“Goth” as you may know, is the word which describes a kind of middle age art: After Romanic and before Renaissance. This art or architectonic style developed in Europe in the 12th Century… well, I won’t give you an Art History lesson, you know what I’m talking about, right? So, “goth” term was first used in 16th Century by Giorgio Vasari an Italian art historian. He wanted to define the “dark” art of the middle age with a pejorative word which meant “made by the Goths or Visigoths” (barbarian) opposite to glorious past of Greek and Roman Classical age.

After that, in Romanticism and his enthusiasm in recovering the architecture of middle age, the neogothic style started. The first gothic novels were written: the beauty in the darkness, the ruins, the cemeteries… even death were elements commonly used in romantic literature…

Perhaps, you know that most of the Goth influences came from the Romanticism. That is the reason why Goth was adopted as the word which describes the subculture that grew in 20th century. The Goth term, a pejorative word to describe barbarian architecture by the renaissance people, a pejorative word to describe different people interested in that kind of dark art. At first, Goth subculture was drived by political thoughts, or even musical derivation of punk into dark wave or after-punk style. I don’t really know which path became on the way that goth is considered now, neither I know what caused to mix phylosophy, art, music and dark fashion inspired in baroque, victorian style… But the result is a subculture, a lifestyle, a fashion and a feeling very different than the common society and very special and beautiful for people that undestands it.

Maybe in other article I’ll explain more of that, so you would be able to apreciate the hidden beauty in the darkness, or simply understand their thoughts so you don’t look at them as simply bizarre people or unbalanced teenagers who need to be different. They are different, in fact, but not in a bad way.

I’m sure almost all of you have thought of goths in a pejorative way… as the renaissance people thought of visigoths in the middle age. That is the reason why that term is used. Now everything makes sense, doesn't it?

I hope this little guide has contributed to increase goth people knowledge about their origins and has helped those who aren’t to understand a different point of view.

In conclusion, Goth has been enriched with phylosophy (personal or other authors’), art (paintings, photography, theatre, films), literature (gothic novels or related topics), music (concerts, modern artists) transforming into a lifestyle for some, a fashion for others, or a feeling…

Lady Morgane - 14 Febr 2010


Published here
Lo he vuelto a leer y me he sorprendido de mi misma, necesito recuperar mi perfecto inglés :D no puede ser que se me olvide ("came across", "I'm in the need", "neither I know", "doesn't it?") xD Mi asombro al volverlo a leer era cada vez mayor jaja

lunes, 18 de octubre de 2010

Taller de literatura, según Baudelaire, Sartre, Poe, Lovecraft y Nietzsche.

Vamos, los consejos algunos de los grandes =) Extraído de: El Espejo Gótico

Consejos a los jóvenes literatos.
Charles Baudelaire (1821-1867)

Los preceptos que se van a leer son fruto de la experiencia; la experiencia implica una cierta suma de equivocaciones; y como cada cual las ha cometido –todas o poco menos-, espero que mi experiencia será verificada por la de cada cual.


I. De la suerte y la mala suerte en los comienzos:

Los jóvenes escritores que hablando de un colega novel dicen con acento matizado de envidia: "¡Ha comenzado bien, ha tenido una suerte loca!", no reflexionan que todo comienzo está siempre precedido y es el resultado de otros veinte comienzos que no se conocen. Creo más bien que el éxito es, en una proporción aritmética o geométrica, según la fuerza del escritor, el resultado de éxitos anteriores, a menudo invisibles a simple vista. Hay una lenta agregación de éxitos moleculares; pero generaciones espontáneas y milagrosas jamás. Los que dicen: -Yo tengo mala suerte-, son los que todavía no han tenido suficientes éxitos y lo ignoran.

Libertad y fatalidad son dos contrarios; vistas de cerca y de lejos son una sola voluntad. Y es por eso que no hay mala suerte. Si hay mala suerte, es que nos falta algo: ese algo hay que conocerlo y estudiar el juego de las voluntades vecinas para desplazar más fácilmente la circunferencia.


II. De los salarios:

Por hermosa que sea una casa es ante todo —y antes de que su belleza quede demostrada— tantos metros de frente por tantos de fondo. De igual modo la literatura, que es la materia más inapreciable, es ante todo una serie de columnas escritas; y el arquitecto literario, cuyo sólo nombre no es una probabilidad de beneficio, debe vender a cualquier precio. Hay jóvenes que dicen: -Ya que esto vale tan poco, ¿para qué tomarse tanto trabajo?- Hubieran podido entregar trabajo del mejor; y en ese caso sólo hubieran sido estafados por la necesidad actual, por la ley de la naturaleza; pero se han estafado a sí mismos. Mal pagados, hubieran podido honrarse con ello; mal pagados, se han deshonrado.
Resumo todo lo que podría escribir sobre este asunto en esta máxima suprema, que entrego a la meditación de todos los filósofos, de todos los historiadores y de todos los hombres de negocios: -¡Sólo es con los buenos sentimientos con los que se llega a la fortuna!-
Los que dicen: -¡Para qué devanarse los sesos por tan poco!- son los mismos que más tarde quieren vender sus libros a doscientos francos el pliego, y rechazados, vuelven al día siguiente a ofrecerlo con cien francos de pérdida.
El hombre razonable es el que dice: -Yo creo que esto vale tanto, porque tengo genio; pero si hay que hacer algunas concesiones, las haré, para tener el honor de ser de los vuestros.


III. De las simpatías y las antipatías:

En amor como en literatura, las simpatías son involuntarias; no obstante, necesitan ser verificadas, y la razón tiene ulteriormente su parte. Las verdaderas simpatías son excelentes, pues son dos en uno; las falsas son detestables, pues no hacen más que uno, menos la indiferencia primitiva, que vale más que el odio, consecuencia necesaria del engaño y de la desilusión. Por eso yo admiro y admito la camaradería, siempre que esté fundada en relaciones esenciales de razón y de temperamento. Entonces es una de las santas manifestaciones de la naturaleza, una de las numerosas aplicaciones de ese proverbio sagrado: la unión hace la fuerza. La misma ley de franqueza y de ingenuidad debe regir las antipatías. Sin embargo, hay gentes que se fabrican así odios como admiraciones, aturdidamente. Y esto es algo muy imprudente; es hacerse de un enemigo, sin beneficio ni provecho. Un golpe fallido no deja por eso de herir al menos en el corazón al rival a quien se le destinaba, sin contar que puede herir a derecha e izquierda a alguno de los testigos del combate.
Un día, durante una lección de esgrima, vino a molestarme un acreedor; yo lo perseguí por la escalera, a golpes de florete. Cuando volví, el maestro de armas, un gigante pacífico que me hubiera tirado al suelo de un soplido, me dijo: -¡Cómo prodiga usted su antipatía! ¡Un poeta! ¡Un filósofo! ¡Ah, que no se diga!- Yo había perdido el tiempo de dos asaltos, estaba sofocado, avergonzado y despreciado por un hombre más, el acreedor, a quien no había podido hacer gran cosa.
En efecto, el odio es un licor precioso, un veneno más caro que el de los Borgia, pues está hecho con nuestra sangre, nuestra salud, nuestro sueño ¡y los dos tercios de nuestro amor! ¡Hay que guardarlo avaramente!


IV Del vapuleo:

El vapuleo no debe practicarse más que contra los secuaces del error. Si somos fuertes, nos perdemos atacando a un hombre fuerte; aunque disintamos en algunos puntos, él será siempre de los nuestros en ciertas ocasiones.
Hay dos métodos de vapuleo: en línea curva y en línea recta, que es el camino más corto. (...) La línea curva divierte a la galería, pero no la instruye.
La línea recta... consiste en decir: "El señor X... es un hombre deshonesto y además un imbécil; cosa que voy a probar" -¡y a probarla!-; primero..., segundo..., tercero...etc. Recomiendo este método a quienes tengan fe en la razón y buenos puños.
Un vapuleo fallido es un accidente deplorable, es una flecha que vuelve al punto de partida, o al menos, que nos desgarra la mano al partir; una bala cuyo rebote puede matarnos.



V. De los métodos de composición:

Hoy por hoy hay que producir mucho, de modo que hay que andar de prisa; de modo que hay que apresurarse lentamente; pues es menester que todos los golpes lleguen y que ni un solo toque sea inútil.
Para escribir rápido, hay que haber pensado mucho; haber llevado consigo un tema en el paseo, en el baño, en el restaurante, y casi en casa de la querida.
Cubrir una tela no es cargarla de colores, es esbozar de modo liviano, disponer las masas en tono ligero y transparentes. La tela debe estar cubierta –en espíritu- en el momento en que el escritor toma la pluma para escribir el título.
Se dice que Balzac ennegrece sus manuscritos y sus pruebas de manera fantástica y desordenada. Una novela pasa entonces por una serie de génesis, en los que se dispersa, no sólo la unidad de la frase, sino también la de la obra. Sin duda es este mal método el que da a menudo a su estilo ese no se qué de difuso, de atropellado y de embrollado, que es el único defecto de ese gran historiador.


VI. Del trabajo diario y la inspiración:

Una alimentación muy sustanciosa, pero regular, es la única cosa necesaria para los escritores fecundos. Decididamente, la inspiración es hermana del trabajo cotidiano. Estos dos contrarios no se excluyen en absoluto, como todos los contrarios que constituyen la naturaleza. La inspiración obedece, como el hombre, como la digestión, como el sueño. Si se consiente en vivir en una contemplación tenaz de la obra futura, el trabajo diario servirá a la inspiración, como una escritura legible sirve para aclarar el pensamiento, y como el pensamiento calmo y poderoso sirve para escribir legiblemente, pues ya pasó el tiempo de la mala letra.


VII. De la poesía:

En cuanto a los que se entregan o se han entregado con éxito a la poesía, yo les aconsejo que no la abandonen jamás. La poesía es una de las artes que más reportan; pero es una especie de colocación cuyos intereses sólo se cobran tarde; en compensación, muy crecidos.
Desafío a los envidiosos a que me citen buenos versos que hayan arruinado a un editor. ¿Por lo demás, qué tiene de sorprendente, puesto que todo hombre sano puede pasarse dos días sin comer, pero nunca sin poesía? El arte que satisface la necesidad más imperiosa será siempre el más honrado.


VIII. De los acreedores:

Que el desorden haya acompañado a veces al genio, lo único que prueba es que el genio es terriblemente fuerte; por desgracia, para muchos jóvenes, ese título expresaba no un accidente, sino una necesidad.
Yo dudo mucho de que Goethe haya tenido acreedores. No tengáis acreedores jamás; a lo sumo, haced como si los tuvierais, que es todo lo que puedo permitiros.


IX. De las queridas:

Si quiero acatar la ley de los contrastes, que gobierna el orden moral y el orden físico, me veo obligado a ubicar entre las mujeres peligrosas para los hombres de letras, a la mujer honesta, a la literata y a la actriz; la mujer honesta, porque pertenece necesariamente a dos hombres y es un mediocre pábulo para el alma despótica de un poeta; la literata, porque es un hombre fallido; la actriz, porque está barnizada de literatura y habla en "argot"; en fin, porque no es una mujer en toda la acepción de la palabra, ya que el público le resulta algo más preciosos que el amor.
Porque todos los verdaderos literatos sienten horror por la literatura en determinados momentos, por eso, yo no admito para ellos –almas libres y orgullosas, espíritus fatigados que siempre necesitan reposar al séptimo día-, más que dos clases posibles de mujeres: las bobas o las mujerzuelas, la olla casera o el amor. –Hermanos, ¿hay necesidad de exponer las razones?

Charles Baudelaire (1821-1867)



¿Por qué escribir?
Jean Paul Sartre.

Cada uno tiene sus propias razones: para unos, el arte es un escape; para otros, un modo de conquistar. Pero cabe huir a una ermita, a la locura, a la muerte y cabe conquistar con las armas. ¿Por qué precisamente escribir, hacer por escrito esas evasiones y esas conquistas? Es que, detrás de los diversas motivaciones de los autores, hay una elección más profunda e inmediata, común a todos. Vamos a intentar una elucidación de esta elección y veremos si no es ella misma lo que induce a reclamar a los escritores que se comprometan.

Cada una de nuestras percepciones va acompañada de la conciencia de que la realidad humana es "reveladora", es decir, de que "hay" ser gracias a ella o, mejor aún, que el hombre es el medio por el que las cosas se manifiestan; es nuestra presencia en el mundo lo que multiplica las relaciones; somos nosotros los que ponemos en relación este árbol con ese trozo de cielo; gracias a nosotros, esa estrella, muerta hace milenios, ese cuarto de luna y ese río se revelan en la unidad de un paisaje; es la velocidad de nuestro automóvil o nuestro avión lo que organiza las grandes masas terrestres; con cada uno de nuestros actos, el mundo nos revela un rostro nuevo. Pero, si sabemos que somos los detectores del ser, sabemos también que no somos sus productores. Si le volvemos la espalda, ese paisaje quedará sumido en su oscuridad. Quedará sumergido al menos; no hay nadie tan demente que piense que el paisaje se reducirá a la nada. Seremos nosotros los que nos reduciremos a la nada y la tierra continuará en su letargo hasta que otra conciencia venga a despertarla. De este modo, a nuestra certidumbre interior de ser "reveladores" se une la de ser efímeros en relación con la cosa revelada.

Uno de los principales motivos de la creación artística es indudablemente la necesidad de sentirnos esenciales en relación con el mundo. Este aspecto de los campos o del mar y esta expresión del rostro por mí revelados, cuando los fijo en un cuadro o un escrito, estrechando las relaciones, introduciendo el orden donde no lo había, imponiendo la unidad de espíritu a la diversidad de la cosa, tienen para mi conciencia el valor de una producción, es decir, hacen que me sienta esencial en relación con mi creación. Pero esta vez, lo que se aleja es el objeto creado: no puedo revelar y producir a la vez. La creación pasa a lo efímero en relación con la actividad creadora.

Aunque parezca algo definitivo, el objeto creado siempre se nos muestra como provisional: siempre podemos cambiar esta línea, este color, esta palabra. El objeto creado no se impone jamás. Un aprendiz de pintor preguntaba a su maestro: ¿Cuándo puedo saber que mi cuadro está acabado? Y el maestro respondió: Cuando puedas contemplarlo con sorpresa, diciéndote: ¡Soy yo quien ha hecho esto! Lo que equivale a decir: nunca.

Esto equivaldría a contemplar la propia obra con ojos ajenos y a revelar lo que se ha creado. Pero es manifiesto que cuanto más conciencia tenemos de nuestro actividad creadora menos tenemos de la cosa creada. Cuando se trata de una vasija o un cajón que fabricamos conforme a las normas tradicionales y con útiles cuyo empleo está codificado, es el famoso "se" de Heidegger lo que trabaja por medio de nuestras manos. En este caso, el resultado puede parecernos lo bastante extraño a nosotros como para conservar a nuestros ojos su objetividad. Pero, si producimos nosotros mismos las normas de la producción, las medidas y los criterios y si nuestro impulso creador viene de lo más profundo del corazón, no cabe nunca encontrar en la obra otra cosa que nosotros mismos: somos nosotros quienes hemos inventado las leyes con las que juzgamos esa obra; vemos en ella nuestra historia, nuestro amor, nuestra alegría; aunque la contemplemos sin volverla a tocar, nunca nos entrega esa alegría o ese amor, porque somos nosotros quienes ponernos esas cosas en ella; los resultados que hemos obtenido sobre el lienzo o sobre el papel no nos parecen nunca objetivos, pues conocemos demasiado bien los procedimientos de los que son los efectos. Estos procedimientos continúan siendo un hallazgo subjetivo: son nosotros mismos, nuestra inspiración, nuestra astucia, y, cuando tratamos de percibir nuestra obra, todavía la creamos, repetimos mentalmente las operaciones que la han producido y cada uno de los aspectos se nos manifiesta como un resultado. Así, en la percepción, el objeto se manifiesta como esencial y el sujeto como inesencial; éste busca la esencialidad en la creación y la obtiene, pero entonces el objeto se convierte en inesencial.

En ninguna parte se hace esta dialéctica más evidente que en el arte de escribir. El objeto literario es un trompo extraño que sólo existe en movimiento. Para que surja, hace falta un acto concreto que se denomina la lectura y, por otro lado, sólo dura lo que la lectura dure. Fuera de esto, no hay más que trazos negros sobre el papel. Ahora bien, el escritor no puede leer lo que escribe, mientras que el zapatero puede usar los zapatos que acaba de hacer, si son de su número, y el arquitecto puede vivir en la casa que ha construido. Al leer, se prevé, se está a la espera. Se prevé el final de la frase, la frase siguiente, la siguiente página; se espera que se confirmen o se desmientan las previsiones; la. lectura se compone de una multitud de hipótesis, de sueños y despertares, de esperanzas y decepciones; los lectores se hallan siempre más adelante de la frase que leen, en un porvenir solamente probable que se derrumba en parte y se consolida en otra parte a medida que se avanza, en un porvenir que retrocede de página a página y forma el horizonte móvil del objeto literario.

Sin espera, sin porvenir, sin ignorancia, no hay objetividad. Ahora bien, la operación de escribir supone una lectura implícita que hace la verdadera lectura imposible. Cuando las palabras se forman bajo la pluma, el autor las ve, sin duda, pero no las ve como el lector, pues las conoce antes de escribirlas; su mirada no tiene por función despertar rozando las palabras dormidas que están a la espera de ser leídas, sino de controlar el trazado de los signos; es una misión puramente reguladora, en suma, y la vista nada enseña en este caso, salvo los menudos errores de la mano. El escritor no prevé ni conjetura: proyecta.

Con frecuencia, se espera la inspiración. Pero no se espera a sí mismo como se espera a los demás; si vacila, sabe que el porvenir no está labrado, que es él mismo quien tiene que labrarlo, y, si ignora todavía qué va a ser de su héroe, es sencillamente que todavía no ha pensado en ello, que no lo ha decidido; entonces, el futuro es una página en blanco, mientras que el futuro del lector son doscientas paginas llenas de palabras que le separan del fin. Así, el escritor no hace más que volver a encontrar en todas partes su saber, su voluntad, sus proyectos; es decir, vuelve a encontrarse a sí mismo; no tiene jamás contacto con su propia subjetividad y el objeto que crea está fuera de alcance: no lo crea para él. Si se relee, es ya demasiado tarde; su frase no será jamás a sus ojos completamente una cosa. El escritor va hasta los límites de lo subjetivo, pero no los franquea: aprecia el efecto de un rasgo, de una máxima, de un adjetivo bien colocado, pero se trata del efecto sobre los demás; puede estimarlo, pero no volverlo a sentir. Marcel Proust nunca ha descubierto la homosexualidad de Charlus, porque la tenía decidida antes de iniciar su libro. Y si la obra adquiere un día para su autor cierto aspecto de subjetividad, es que han transcurrido los años y que el autor ha olvidado lo escrito, no tiene ya en ello arte ni parte y no sería ya indudablemente capaz de escribirlo. Tal vez es el caso de Rousseau volviendo a leer El contrato social al final de su vida.

No es verdad, pues, que se escriba para sí mismo: sería el mayor de los fracasos; al proyectar las emociones sobre el papel, apenas se lograría procurarles una lánguida prolongación. El acto creador no es más que un momento incompleto y abstracto de la producción de una obra; si el autor fuera el único hombre existente, por mucho que escribiera, jamás su obra vería la luz como objeto; no habría más remedio que dejar la pluma o desesperarse. Pero la operación de escribir supone la de leer como su correlativo dialéctico y estos dos actos conexos necesitan dos agentes distintos. Lo que hará surgir ese objeto concreto e imaginario, que es la obra del espíritu, será el esfuerzo conjugado del autor y del lector. Sólo hay arte por y para los demás.

Jean Paul Sartre.

Edgar Allan Poe pensaba que la escritura tiene un vínculo secundario con la inspiración. Nadie, ni siquiera los grandes escritores, basan el acto creativo sobre los dudosos cimientos de la inspiración. Una buen texto es más la suma de errores, reescrituras e interpolaciones, que aquella vaga idea romántica de un autor poseído por las musas.

En este excelente artículo, Poe hablará sobre su propio proceso creativo, tomando como referencia el poema El Cuervo. El nudo central de la exposición es demostrar que la buena literatura no es hija de la intuición o del azar, sino de un trabajo constante y analítico, de una profunda introspección acompañada de largas horas de análisis.

Aquellos que deseen conocer algunas herramientas para la escritura de un poema encontrarán en este artículo muchos consejos valiosos. Un poema corto produce un efecto relativamente fácil de conseguir, pero un poema largo, según Poe, debe escribirse como una secuencia de poemas cortos; de manera que el lector sea sacudido permanentemente.

Debemos partir de la base que Poe consideraba que la literatura más elevada era aquella que puede leerse en una sola sesión. Por ejemplo un relato o un poema. Consideraba que un texto que por su extensión necesite de varias lecturas perdía su unicidad. Esta es una consideración puramente estética, y ligada al gusto personal, pero es importante tenerla en cuenta a la hora de meditar sobre las palabras del maestro.


Método de Composición.
Edgar Allan Poe.

Si algo hay evidente es que un plan cualquiera que sea digno de este nombre ha de haber sido trazado con vistas al desenlace antes que la pluma ataque el papel. Sólo si se tiene continuamente presente la idea del desenlace podemos conferir a un plan su indispensable apariencia de lógica y de causalidad, procurando que todas las incidencias y en especial el tono general tienda a desarrollar la intención establecida.

Creo que existe un radical error en el método general para construir un cuento. Algunas veces, la historia nos proporciona una tesis; otras veces, el escritor se inspira en un caso contemporáneo o bien, en el mejor de los casos, se las arregla para combinar los hechos sorprendentes que han de tratar simplemente la base de su narración, proponiéndose introducir las descripciones, el diálogo o bien su comentario personal donde quiera que un resquicio en el tejido de la acción brinde la ocasión de hacerlo.

A mi modo de ver, la primera de todas las consideraciones debe ser la de un efecto que se pretende causar. Teniendo siempre a la vista la originalidad (porque se traiciona a sí mismo quien se atreve a prescindir de un medio de interés tan evidente), yo me digo, ante todo: entre los innumerables efectos o impresiones que es capaz de recibir el corazón, la inteligencia o, hablando en términos más generales, el alma, ¿cuál será el único que yo deba elegir en el caso presente?

Habiendo ya elegido un tema novelesco y, a continuación, un vigoroso efecto que producir, indago si vale más evidenciarlo mediante los incidentes o bien el tono o bien por los incidentes vulgares y un tono particular o bien por una singularidad equivalente de tono y de incidentes; luego, busco a mi alrededor, o acaso mejor en mí mismo, las combinaciones de acontecimientos o de tomos que pueden ser más adecuados para crear el efecto en cuestión.
He pensado a menudo cuán interesante sería un artículo escrito por un autor que quisiera y que pudiera describir, paso a paso, la marcha progresiva seguida en cualquiera de sus obras hasta llegar al término definitivo de su realización.

Me sería imposible explicar por qué no se ha ofrecido nunca al público un trabajo semejante; pero quizá la vanidad de los autores haya sido la causa más poderosa que justifique esa laguna literaria. Muchos escritores, especialmente los poetas, prefieren dejar creer a la gente que escriben gracias a una especie de sutil frenesí o de intuición extática; experimentarían verdaderos escalofríos si tuvieran que permitir al público echar una ojeada tras el telón, para contemplar los trabajosos y vacilantes embriones de pensamientos. La verdadera decisión se adopta en el último momento, a veces sólo como en un relámpago y que durante tanto tiempo se resiste a mostrarse a plena luz, el pensamiento plenamente maduro pero desechado por ser de índole inabordable, la elección prudente y los arrepentimientos, las dolorosas raspaduras y las interpolación. Es, en suma, los rodamientos y las cadenas, los artificios para los cambios de decoración, las escaleras y los escotillones, las plumas de gallo, el colorete, los lunares y todos los aceites que en el noventa y nueve por ciento de los casos son lo peculiar del histrión literario.
Por lo demás, no se me escapa que no es frecuente el caso en que un autor se halle en buena disposición para reemprender el camino por donde llegó a su desenlace.

Generalmente, las ideas surgieron mezcladas; luego fueron seguidas y finalmente olvidadas de la misma manera.
En cuanto a mí, no comparto la repugnancia de que acabo de hablar, ni encuentro la menor dificultad en recordar la marcha progresiva de todas mis composiciones. Puesto que el interés de este análisis o reconstrucción, que se ha considerado como un desiderátum en literatura, es enteramente independiente de cualquier supuesto ideal en lo analizado, no se me podrá censurar que salte a las conveniencias si revelo aquí el modus operandi con que logré construir una de mis obras. Escojo para ello El cuervo debido a que es la más conocida de todas. Consiste mi propósito en demostrar que ningún punto de la composición puede atribuirse a la intuición ni al azar; y que aquélla avanzó hacia su terminación, paso a paso, con la misma exactitud y la lógica rigurosa propias de un problema matemático.

Puesto que no responde directamente a la cuestión poética, prescindamos de la circunstancia, si lo prefieren, la necesidad, de que nació la intención de escribir un poema tal que satisficiera al propio tiempo el gusto popular y el gusto crítico.

Mi análisis comienza, por tanto, a partir de esa intención.

La consideración primordial fue ésta: la dimensión. Si una obra literaria es demasiado extensa para ser leída en una sola sesión, debemos resignarnos a quedar privados del efecto, soberanamente decisivo, de la unidad de impresión; porque cuando son necesarias dos sesiones se interponen entre ellas los asuntos del mundo, y todo lo que denominamos el conjunto o la totalidad queda destruido automáticamente. Pero, habida cuenta de que coeteris paribus, ningún poeta puede renunciar a todo lo que contribuye a servir su propósito, queda examinar si acaso hallaremos en la extensión alguna ventaja, cual fuere, que compense la pérdida de unidad aludida. Por el momento, respondo negativamente. Lo que solemos considerar un poema extenso en realidad no es más que una sucesión de poemas cortos, es decir, de efectos poéticos breves. Es inútil sostener que un poema no es tal sino en cuanto eleva el alma y te reporta una excitación intensa: por una necesidad psíquica, todas las excitaciones intensas son de corta duración. Por eso, al menos la mitad del Paraíso perdido no es más que pura prosa: hay en él una serie de excitaciones poéticas salpicadas inevitablemente de depresiones. En conjunto, la obra toda, a causa de su extensión excesiva, carece de aquel elemento artístico tan decisivamente importante: totalidad o unidad de efecto.

En lo que se refiere a las dimensiones hay, evidentemente, un límite positivo para todas las obras literarias: el límite de una sola sesión. Ciertamente, en ciertos géneros de prosa no se exige la unidad, por lo que aquel límite puede ser traspasado: sin embargo, nunca será conveniente traspasarlo en un poema. En el mismo límite, la extensión de un poema debe hallarse en relación matemática con el mérito del mismo, esto es, con la elevación o la excitación que comporta; dicho de otro modo, con la cantidad de auténtico efecto poético con que pueda impresionar las almas. Esta regla sólo tiene una condición restrictiva, a saber: que una relativa duración es absolutamente indispensable para causar un efecto, cualquiera que fuere.

Teniendo muy presentes en mí ánimo estas consideraciones, así como aquel grado de excitación que nos situaba por encima del gusto popular y por debajo del gusto crítico, concebí ante todo una idea sobre la extensión idónea para el poema proyectado: unos cien versos aproximadamente. En realidad cuenta exactamente ciento ocho.
Mi pensamiento se fijó seguidamente en la elevación de una impresión o de un efecto que causar. Aquí creo que conviene observar que, a través de este trabajo de construcción, tuve siempre presente la voluntad de lograr una obra universalmente apreciable.

Me alejaría demasiado de mi objeto inmediato si me entretuviese en demostrar un punto en que he insistido muchas veces: que lo bello es el único ámbito legítimo de la poesía. Con todo, diré unas palabras para presentar mi verdadero pensamiento, que algunos amigos míos se han apresurado demasiado a disimular. El placer a la vez más intenso, más elevado y más puro no se encuentra (según creo) más que en la contemplación de lo bello. Cuando los hombres hablan de belleza no entienden precisamente una cualidad, como se supone, sino una impresión: en suma, tienen presente la violenta y pura elevación del alma -no del intelecto ni del corazón- que ya he descrito y que resulta de la contemplación de lo bello. Ahora bien, yo considero la belleza como el ámbito de la poesía, porque es una regla evidente del arte que los efectos deben brotar necesariamente de causas directas, que los objetos deben ser alcanzados con los medios más apropiados para ello, ya que ningún hombre ha sido aún bastante necio para negar que la elevación singular de que estoy tratando se halle más fácilmente al alcance de la poesía. En cambio, el objeto verdad, o satisfacción del intelecto, y el objeto pasión, o excitación del corazón, son mucho más fáciles de alcanzar por medio de la prosa aunque, en cierta medida, queden también al alcance de la poesía.

En resumen, la verdad requiere una precisión, y la pasión una familiaridad (los hombres verdaderamente apasionados me comprenderán) radicalmente contrarias a aquella belleza, que no es sino la excitación -debo repetirlo- o el embriagador arrobamiento del alma.

De todo lo dicho hasta el presente no puede en modo alguno deducirse que la pasión ni la verdad no puedan ser introducidas en un poema, incluso con beneficio para éste; ya que pueden servir para aclarar o para potenciar el efecto global, como las disonancias por contraste. Pero el auténtico artista se esforzará siempre en reducirlas a un papel propicio al objeto principal que se pretenda, y además en rodearlas, tanto como pueda, de la nube de belleza que es atmósfera y esencia de la poesía. En consecuencia, considerando lo bello como mi terreno propio, me pregunté entonces: ¿cuál es el tono para su manifestación más alta? Éste había de ser el tema de mi siguiente meditación. Ahora bien, toda la experiencia humana coincide en que ese tono es el de la tristeza. Cualquiera que sea su parentesco, la belleza, en su desarrollo supremo, induce a las lágrimas, inevitablemente, a las almas sensibles. Así, pues, la melancolía es el más idóneo de los tonos poéticos.

Una vez determinados así la dimensión, el terreno y el tono de mi trabajo, me dediqué a la busca de alguna curiosidad artística e incitante, que pudiera actuar como clave en la construcción del poema: de algún eje sobre el que toda la máquina hubiera de girar; empleando para ello el sistema de la introducción ordinaria. Reflexionando detenidamente sobre todos los efectos de arte conocidos o, más propiamente, sobre todo los medios de efecto, no podía escapárseme que ninguno había sido empleado con tanta frecuencia como el estribillo. La universalidad de éste bastaba para convencerme acerca de su intrínseco valor, evitándome la necesidad de someterlo a un análisis. En cualquier caso, yo no lo consideraba sino en cuanto susceptible de perfeccionamiento; y pronto advertí que se encontraba aún en un estado primitivo. Tal como habitualmente se emplea, el estribillo no sólo queda limitado a las composiciones líricas, sino que la fuerza de la impresión que debe causar depende del vigor de la monotonía en el sonido y en la idea. Solamente se logra el placer mediante la sensación de identidad o de repetición. Entonces yo resolví variar el efecto, con el fin de acrecentarlo, permaneciendo en general fiel a la monotonía del sonido, pero alterando continuamente el de la idea: es decir, me propuse causar una serie continua de efectos nuevos con una serie de variadas aplicaciones del estribillo, dejando que éste fuese casi siempre parecido.

Habiendo ya fijado estos puntos, me preocupé por la naturaleza de mi estribillo: puesto que su aplicación tenía que ser variada con frecuencia, era evidente que el estribillo en cuestión había de ser breve, pues hubiera sido una dificultad insuperable variar frecuentemente las aplicaciones de una frase un poco extensa. Por supuesto, la facilidad de variación estaría proporcionada a la brevedad de una frase. Ello me condujo seguidamente a adoptar como estribillo ideal una única palabra. Entonces me absorbió la cuestión sobre el carácter de aquella palabra. Habiendo decidido que habría un estribillo, la división del poema en estancias resultaba un corolario necesario, pues el estribillo constituye la conclusión de cada estrofa. No admitía duda para mí que semejante conclusión o término, para poseer fuerza, debía ser necesariamente sonora y susceptible de un énfasis prolongado: aquellas consideraciones me condujeron inevitablemente a la o larga, que es la vocal más sonora, asociada a la r, porque ésta es la consonante más vigorosa.

Ya tenía bien determinado el sonido del estribillo. A continuación era preciso elegir una palabra que lo contuviese y, al propio tiempo, estuviese en el acuerdo más armonioso posible con la melancolía que yo había adoptado como tono general del poema. En una búsqueda semejante, hubiera sido imposible no dar con la palabra nevermore (nunca más). En realidad, fue la primera que se me ocurrió.

El siguiente fue éste: ¿cual será el pretexto útil para emplear continuamente la palabra nevermore? Al advertir la dificultad que se me planteaba para hallar una razón válida de esa repetición continua, no dejé de observar que surgía tan sólo de que dicha palabra, repetida tan cerca y monótonamente, había de ser proferida por un ser humano: en resumen, la dificultad consistía en conciliar la monotonía aludida con el ejercicio de la razón en la criatura llamada a repetir la palabra. Surgió entonces la posibilidad de una criatura no razonable y, sin embargo, dotada de palabra: como lógico, lo primero que pensé fue un loro; sin embargo, éste fue reemplazado al punto por un cuervo, que también está dotado de palabra y además resulta infinitamente más acorde con el tono deseado en el poema.

Así, pues, había llegado por fin a la concepción de un cuervo. ¡El cuervo, ave de mal agüero!, repitiendo obstinadamente la palabra nevermore al final de cada estancia en un poema de tono melancólico y una extensión de unos cien versos aproximadamente. Entonces, sin perder de vista el superlativo o la perfección en todos los puntos, me pregunté: entre todos los temas melancólicos, ¿cuál lo es más, según lo entiende universalmente la humanidad? Respuesta inevitable: ¡la muerte! Y, ¿cuándo ese asunto, el más triste de todos, resulta ser también el más poético? Según lo ya explicado con bastante amplitud, la respuesta puede colegirse fácilmente: cuando se alíe íntimamente con la belleza. Luego la muerte de una mujer hermosa es, sin disputa de ninguna clase, el tema más poético del mundo; y queda igualmente fuera de duda que la boca más apta para desarrollar el tema es precisamente la del amante privado de su tesoro.

Tenía que combinar entonces aquellas dos ideas: un amante que llora a su amada perdida. Y un cuervo que repite continuamente la palabra nevermore. No sólo tenía que combinarlas, sino además variar cada vez la aplicación de la palabra que se repetía: pero el único medio posible para semejante combinación consistía en imaginar un cuervo que aplicase la palabra para responder a las preguntas del amante. Entonces me percaté de la facilidad que se me ofrecía para el efecto de que mi poema había de depender: es decir, el efecto que debía producirse mediante la variedad en la aplicación del estribillo.

Comprendí que podía hacer formular la primera pregunta por el amante, a la que respondería el cuervo: nevermore; que de esta primera pregunta podía hacer una especie de lugar común, de la segunda algo menos común, de la tercera algo menos común todavía, y así sucesivamente, hasta que por último el amante, arrancado de su indolencia por la índole melancólica de la palabra, su frecuente repetición y la fama siniestra del pájaro, se encontrase presa de una agitación supersticiosa y lanzase locamente preguntas del todo diversas, pero apasionadamente interesantes para su corazón: unas preguntas donde se diesen a medias la superstición y la singular desesperación que halla un placer en su propia tortura, no sólo por creer el amante en la índole profética o diabólica del ave (que, según le demuestra la razón, no hace más que repetir algo aprendido mecánicamente), sino por experimentar un placer inusitado al formularlas de aquel modo, recibiendo en el nevermore siempre esperado una herida reincidente, tanto más deliciosa por insoportable.

Viendo semejante facilidad que se me ofrecía o, mejor dicho, que se me imponía en el transcurso de mi trabajo, decidí primero la pregunta final, la pregunta definitiva, para la que el nevermore sería la última respuesta, a su vez: la más desesperada, llena de dolor y de horror que concebirse pueda.

Aquí puedo afirmar que mi poema había encontrado su comienzo por el fin, como debieran comenzar todas las obras de arte: entonces, precisamente en este punto de mis meditaciones, tomé por vez primera la pluma, para componer la siguiente estancia:

¡Profeta! Aire, ¡ente de mal agüero! ¡Ave o demonio, pero profeta siempre!
Por ese cielo tendido sobre nuestras cabezas, por ese Dios que ambos adoramos,
di a esta alma cargada de dolor si en el Paraíso lejano
podrá besar a una joven santa que los ángeles llaman Leonor,
besar a una preciosa y radiante joven que los ángeles llaman Leonor.
El cuervo dijo: "¡Nunca más!"

Sólo entonces escribí estos versos: primero, para fijar el grado supremo y poder de este modo, más fácilmente, variar y graduar, según su gravedad y su importancia, las preguntas anteriores del amante; y en segundo término, para decidir definitivamente el ritmo, el metro, la extensión y la disposición general de la estrofa, así como graduar las que debieran anteceder, de modo que ninguna aventajase a ésta en su efecto rítmico. Si, en el trabajo de composición que debía subseguir, yo hubiera sido tan imprudente como para escribir versos más vigorosos, me hubiera dedicado a debilitarlas, conscientemente y sin ninguna vacilación, de modo que no contrarrestasen el efecto de crescendo.

Podría decir también aquí algo sobre la versificación. Mi primer objeto era, como siempre, la originalidad. Una de las cosas que me resultan más inexplicables del mundo es cómo ha sido descuidada la originalidad en la versificación. Aun reconociendo que en el ritmo puro exista poca posibilidad de variación, es evidente que las variedades en materia de metro y estancia son infinitas: sin embargo, durante siglos, ningún hombre hizo nunca en versificación nada original, ni siquiera ha parecido desearlo.

Lo cierto es que la originalidad -exceptuando los espíritus de una fuerza insólita- no es en manera alguna, como suponen muchos, cuestión de instinto o de intuición. Por lo general, para encontrarla hay que buscarla trabajosamente; y aunque sea un positivo mérito de la más alta categoría, el espíritu de invención no participa tanto como el de negación para aportarnos los medios idóneos de alcanzarla.

Ni qué decir tiene que yo no pretendo haber sido original en el ritmo o en el metro de El cuervo. El primero es troqueo; el otro se compone de un verso octómetro acataléctico, alternando con un heptámetro cataléctico que, al repetirse, se convierte en estribillo en el quinto verso, y finaliza con un tetrámetro cataléctico. Para expresarme sin pedantería, los pies empleados, que son troqueos, consisten en una sílaba larga seguida de una breve; el primer verso de la estancia se compone de ocho pies de esa índole; el segundo, de siete y medio; el tercero, de ocho; el cuarto, de siete y medio; el quinto, también de siete y medio; el sexto, de tres y medio. Ahora bien, si se consideran aisladamente cada uno de esos versos habían sido ya empleados, de manera que la originalidad de El cuervo consiste en haberlos combinado en la misma estancia: hasta el presente no se había intentado nada que pudiera parecerse, ni siquiera de lejos, a semejante combinación. El efecto de esa combinación original se potencia mediante algunos otros efectos inusitados y absolutamente nuevos, obtenidos por una aplicación más amplia de la rima y de la aliteración.

El punto siguiente que considerar era el modo de establecer la comunicación entre el amante y el cuervo: el primer grado de la cuestión consistía, naturalmente, en el lugar. Pudiera parecer que debiese brotar espontáneamente la idea de una selva o de una llanura; pero siempre he estimado que para el efecto de un suceso aislado es absolutamente necesario un espacio estrecho: le presta el vigor que un marco añade a la pintura. Además, ofrece la ventaja moral indudable de concentrar la atención en un pequeño ámbito; ni que decir tiene que esta ventaja no debe confundirse con la que se obtenga de la mera unidad de lugar.

En consecuencia, decidí situar al amante en su habitación, en una habitación que había santificado con los recuerdos de la que había vivido allí. La habitación se describiría como ricamente amueblada: con objeto de satisfacer las ideas que ya expuse acerca de la belleza, en cuanto única tesis verdadera de la poesía.

Habiendo determinado así el lugar, era preciso introducir entonces el ave: la idea de que ésta penetrase por la ventana resultaba inevitable. Que al amante supusiera, en el primer momento, que el aleteo del pájaro contra el postigo fuese una llamada a su puerta era una idea brotada de mi deseo de aumentar la curiosidad del lector, obligándole a aguardar; pero también del deseo de colocar el efecto incidental de la puerta abierta de par en par por el amante, que no halla más que oscuridad, y que por ello puede adoptar en parte la ilusión de que el espíritu de su amada ha venido a llamar. Hice que la noche fuera tempestuosa, primero para explicar que el cuervo buscase la hospitalidad; también para crear el contraste con la serenidad material reinante en el interior de la habitación.
Así, también, hice posarse el ave sobre el busto de Palas para establecer el contraste entre su plumaje y el mármol. Se comprende que la idea del busto ha sido suscitada únicamente por el ave; que fuese precisamente un busto de Palas se debió en primer lugar a la relación íntima con la erudición del amante y en segundo término a causa de la propia sonoridad del nombre de Palas.

Hacia mediados del poema, exploté igualmente la fuerza del contraste con el objeto de profundizar la que sería la impresión final. Por eso, conferí a la entrada del cuervo un matiz fantástico, casi lindante con lo cómico, al menos hasta donde mi asunto lo permitía. El cuervo penetra con un tumultuoso aleteo.

No hizo ni la menor reverencia, no se detuvo, no vaciló ni un minuto;
pero con el aire de un señor o de una dama, colgóse sobre la puerta de mi habitación.

En las dos estancias siguientes, el propósito se manifiesta aun más:

Entonces aquel pájaro de ébano, que por la gravedad de su postura y la severidad
de su fisonomía inducía a mi triste imaginación a sonreír:

"Aunque tu cabeza", le dije, "no lleve ni capote ni cimera,
ciertamente no eres un cobarde, lúgubre y antiguo cuervo partido de las riberas de la noche.
¡Dime cuál es tu nombre señorial en las riberas de la noche plutónica!"
El cuervo dijo: "¡Nunca más!".

Me maravilló que aquel desgraciado volátil entendiera tan fácilmente la palabra,
si bien su respuesta no tuvo mucho sentido y no me sirvió de mucho;
porque hemos de convenir en que nunca más fue dado a un hombre vivo
el ver a un ave encima de la puerta de su habitación,
a un ave o una bestia sobre un busto esculpido encima de la puerta de su habitación,
llamarse un nombre tal como "¡Nunca más!".

Preparado así el efecto del desenlace, me apresuro a abandonar el tono fingido y adoptar el serio, más profundo: este cambio de tono se inicia en el primer verso de la estancia que sigue a la que acabo de citar:

Mas el cuervo, posado solitariamente en el busto plácido, no profirió..., etc.

A partir de este momento, el amante ya no bromea; ya no ve nada ficticio en el comportamiento del ave. Habla de ella en los términos de una triste, desgraciada, siniestra, enjuta y augural ave de los tiempos antiguos y siente los ojos ardientes que le abrasan hasta el fondo del corazón. Esa transición de su pensamiento y esa imaginación del amante tienen como finalidad predisponer al lector a otras análogas, conduciendo el espíritu hacia una posición propicia para el desenlace, que sobrevendrá tan rápida y directamente como sea posible. Con el desenlace propiamente dicho, expresado en el jamás del cuervo en respuesta a la última pregunta del amante -¿encontrará a su amada en el otro mundo?-, puede considerarse concluido el poema en su fase más clara y natural, la de simple narración. Hasta el presente, todo se ha mantenido en los límites de lo explicable y lo real.

Un cuervo ha aprendido mecánicamente la única palabra jamás; habiendo huido de su propietario, la furia de la tempestad le obliga, a medianoche, a pedir refugio en una ventana donde aún brilla una luz: la ventana de un estudiante que, divertido por el incidente, le pregunta en broma su nombre, sin esperar respuesta. Pero el cuervo, al ser interrogado, responde con su palabra habitual, nunca más: palabra que inmediatamente suscita un eco melancólico en el corazón del estudiante; y éste, expresando en voz alta los pensamientos que aquella circunstancia le sugiere, se emociona ante la repetición del jamás. El estudiante se entrega a las suposiciones que el caso le inspira; mas el ardor del corazón humano no tarda en inclinarle a martirizarse, así mismo y también por una especie de superstición a formularle preguntas que la respuesta inevitable, el intolerable "nunca más", le proporcione la más horrible secuela de sufrimiento, en cuanto amante solitario. La narración en lo que he designado como su primera fase o fase natural, halla su conclusión precisamente en esa tendencia del corazón a la tortura, llevada hasta el último extremo: hasta aquí, no se ha mostrado nada que pase los límites de la realidad.

Pero, en los temas manejados de esta manera, por mucha que sea la habilidad del artista y mucho el lujo de incidentes con que se adornen, siempre quedan cierta rudeza y cierta desnudez que dañan la mirada de la persona sensible. Dos elementos se exigen eternamente: por una parte, cierta suma de complejidad, dicho con mayor propiedad, de combinación; por otra cierta cantidad de espíritu sugestivo, algo así como una vena subterránea de pensamiento, invisible e indefinido. Esta última cualidad es la que le confiere a la obra de arte el aire opulento que a menudo cometemos la estupidez de confundir con el ideal. Lo que transmuta en prosa -y prosa de la más baja estofa-, la pretendida poesía de los que se denominan trascendentalistas, es justamente el exceso en la expresión del sentido que sólo debe quedar insinuado, la manía de convertir la corriente subterránea de una obra en la otra corriente, visible en la superficie.

Convencido de ello, añadí las dos estancias que concluyen el poema, porque su calidad sugestiva había de penetrar en toda la narración antecedente. La corriente subterránea del pensamiento se muestra por primera vez en estos versos:

Arranca tu pico de mi corazón y precipita tu espectro lejos de mi puerta.
El cuervo dijo: "Nunca más".

Quiero subrayar que la expresión "de mi corazón" encierra la primera expresión poética. Estas palabras, con la correspondiente respuesta, jamás, disponen el espíritu a buscar un sentido moral en toda la narración que se ha desarrollado anteriormente.
Entonces el lector comienza a considerar el cuervo como un ser emblemático pero sólo en el último verso de la última estancia puede ver con nitidez la intención de hacer del cuervo el símbolo del recuerdo fúnebre y eterno.

Y el cuervo, inmutable, sigue instalado, siempre instalado
sobre el busto plácido de Palas, justo encima de la puerta de mi habitación;
y sus ojos parecen los ojos de un demonio que medita;
y la luz de la lámpara, que le chorrea encima, proyecta su sombra en el suelo;
y mi alma, fuera del círculo de aquella sombra que yace flotando en el suelo,
no podrá elevarse ya más, ¡nunca más!

Edgar Allan Poe (1809-1849)


Algunos consejos de Howard Phillip Lovecraft.

Somos muchos los que encontramos un intenso placer en la concepción de cuentos y relatos de terror. Claro que la fórmula del éxito en la literatura se reduce siempre a su expresión fundamental: el talento y la eficacia; las cuales son, en gran medida, producto de nuestras lecturas. Ahora bien, el talento se adquiere leyendo (libros, no blogs, y menos uno como este); pero el oficio de escribir con corrección es producto de una práctica intensa y continuada.
Pensando en todos aquellos que sienten la necesidad física de escribir, H.P.Lovecraft escribió este breve y nutritivo ensayo sobre su experiencia como narrador de cuentos fantásticos.

Sobre el arte de escribir cuentos fantásticos.
H.P.Lovecraft.

El motivo por la cual escribo cuentos fantásticos es porque me producen una satisfacción personal y me acercan a la vaga, escurridiza, fragmentaria sensación de lo maravilloso, de lo bello y de las visiones que me llenan con ciertas perspectivas (escenas, arquitecturas, paisajes, atmósfera, etc.), ideas, ocurrencias e imágenes.
Mi inclinación por los relatos sobrenaturales se debe a que encajan perfectamente con mis inquietudes personales; uno de mis anhelos más fuertes es el de lograr la suspensión momentánea de las irritantes limitaciones del tiempo, del espacio y de las leyes naturales que nos rigen y frustran nuestros deseos de indagar en las infinitas regiones del cosmos, que por ahora se hallan más allá de nuestro alcance, más allá de nuestro punto de vista.
Estos cuentos tratan de incrementar la sensación de miedo, ya que el miedo es nuestra más fuerte y profunda emoción y una de las que mejor se presta a desafiar los cánones de las leyes naturales. El terror y lo desconocido están siempre relacionados, tan íntimamente unidos que es difícil crear una imagen convincente de la destrucción de las leyes naturales, de la alienación cósmica y de las presencias exteriores sin hacer énfasis en el sentimiento de miedo y horror.
La razón por la cual el factor tiempo juega un papel tan importante en muchos de mis cuentos es debida a que es un elemento que vive en mi cerebro y al que considero como la cosa más profunda, dramática y terrible del universo. El conflicto con el tiempo es el tema más poderoso y prolífico de toda expresión humana.
Mi manera personal de escribir un cuento es evidentemente una manera particular de expresarme; quizá un poco limitada, pero tan antigua y permanente como la literatura en sí misma. Siempre existirá un número determinado de personas que tenga gran curiosidad por el desconocido espacio exterior, y un deseo ardiente por escapar de la morada-prisión de lo conocido y lo real, para deambular por las regiones encantadas llenas de aventuras y posibilidades infinitas a las que sólo los sueños pueden acercarse: las profundidades de los bosques perdidos, las fantásticas torres y las llameantes y asombrosas puestas de sol. Entre esta clase de personas apasionadas por los cuentos fantásticos se encuentran los grandes maestros: Poe, Dunsany, Arthur Machen, M. R. James, Algernon Blackwood, Walter de la Mare; verdaderos clásicos, e insignificantes aficionados, como yo mismo.
Sólo hay una forma de escribir un relato tal y como yo lo hago. Cada uno de mis cuentos tiene una trama diferente. Una o dos veces he escrito un sueño literalmente, pero por lo general me inspiro en un paisaje, idea o imagen que deseo expresar, y busco en mi cerebro una vía adecuada de crear una cadena de acontecimientos dramáticos capaces de ser expresados en términos concretos. Intento crear una lista mental de las situaciones mejor adaptadas al paisaje, idea, o imagen, y luego comienzo a conjeturar con las situaciones lógicas que pueden ser motivadas por la forma, imagen o idea elegida.
Mi actual proceso de composición es tan variable como la elección del tema o el desarrollo de la historia; pero si la estructura de mis cuentos fuese analizada, es posible que pudiesen descubrirse ciertas reglas que a continuación enumero:

I) Preparar una sinopsis o escenario de acontecimientos en orden de su aparición; no en el de la narración. Describir con vigor los hechos como para hacer creíbles los incidentes que van a tener lugar. Los detalles, comentarios y descripciones son de gran importancia en este boceto inicial.

II) Preparar una segunda sinopsis o escenario de acontecimientos; esta vez en el orden de su narración, con descripciones detalladas y amplias, y con anotaciones a un posible cambio de perspectiva, o a un incremento del clímax. Cambiar la sinopsis inicial si fuera necesario, siempre y cuando se logre un mayor interés dramático. Interpolar o suprimir incidentes donde se requiera, sin ceñirse a la idea original aunque el resultado sea una historia completamente diferente a la que se pensó en un principio. Permitir adiciones y alteraciones siempre y cuando estén lo suficientemente relacionadas con la formulación de los acontecimientos.

III) Escribir la historia rápidamente y con fluidez, sin ser demasiado crítico, siguiendo el punto anterior, es decir, de acuerdo al orden narrativo en la sinopsis. Cambiar los incidentes o el argumento siempre que el desarrollo del proceso tienda a tal cambio, sin dejarse influir por el boceto previo. Si el desarrollo de la historia revela nuevos efectos dramáticos, añadir todo lo que pueda ser positivo, repasando y reconciliando todas y cada una de las adiciones del nuevo plan. Insertar o suprimir todo aquello que sea necesario o aconsejable; probar con diferentes comienzos y diferentes finales, hasta encontrar el que más se adapte al argumento. Asegurarse de que ensamblan todas las partes de la historia desde el comienzo hasta el final del relato. Corregir toda posible superficialidad (palabras, párrafos, incluso episodios enteros), conservando el orden preestablecido.

IV) Revisar por completo el texto, poniendo especial atención en el vocabulario, sintaxis, ritmo de la prosa, proporción de las partes, sutilezas del tono, gracia e interés de las composiciones (de escena a escena de una acción lenta a otra rápida, de un acontecimiento que tenga que ver con el tiempo, etc.), la efectividad del comienzo, del final, del clímax, el suspenso y el interés dramático, la captación de la atmósfera y otros elementos diversos.

V) Preparar una copia; sin vacilar por ello en acometer una revisión final allí donde sea necesario.

El primero de estos puntos es por lo general una mera idea mental, una puesta en escena de condiciones y acontecimientos que rondan en nuestra imaginación, jamás puestas sobre papel hasta que preparo un detallado resumen de estos acontecimientos en orden a su narración. De forma que a veces comienzo el bosquejo antes de saber cómo voy más tarde a desarrollarlo.

Considero cuatro tipos diferentes de cuentos sobrenaturales: uno expresa una aptitud o sentimiento, otro un concepto plástico, un tercer tipo comunica una situación general, condición, leyenda o concepto intelectual, y un cuarto muestra una imagen definitiva, o una situación específica de índole dramática. Por otra parte, las historias fantásticas pueden estar clasificadas en dos amplias categorías: aquellas en las que lo maravilloso o terrible está relacionado con algún tipo de condición o fenómeno, y aquéllas en las que esto concierne a la acción del personaje con un suceso o fenómeno grotesco.

Cada relato fantástico (hablando en particular de los relatos y cuentos de terror) puede desarrollar cinco elementos críticos:
a) Lo que sirve de núcleo a un horror (condición, entidad, etc,).
b) Efectos o desarrollos típicos del horror.
c) El modo de la manifestación de ese horror.
d) La forma de reaccionar ante ese horror.
e) Los efectos específicos del horror en relación a lo condiciones dadas.

Al escribir un cuento sobrenatural, siempre pongo especial atención en la forma de crear una atmósfera adecuada, aplicando el énfasis necesario en el momento necesario. Nadie puede, excepto en las revistas populares, presentar un fenómeno imposible, improbable o inconcebible, como si fuera una narración de actos objetivos. Los cuentos sobre eventos extraordinarios tienen ciertas complejidades que deben ser superadas para lograr su credibilidad, y esto sólo puede conseguirse tratando el tema con cuidadoso realismo, excepto a la hora de abordar el hecho sobrenatural. Este elemento fantástico debe causar impresión y hay que poner gran cuidado en la construcción emocional; su aparición apenas debe sentirse, pero tiene que notarse.

Si fuese la esencia primordial del cuento, eclipsaría todos los demás caracteres y acontecimientos, los cuales deben ser consistentes y naturales, excepto cuando se refieren al hecho extraordinario. Los acontecimientos espectrales deben ser narrados con la misma emoción con la que se narraría un suceso extraño en la vida real. Nunca debe darse por supuesto este suceso sobrenatural. Incluso cuando los personajes están acostumbrados a ello, hay que crear un ambiente de terror y angustia que se corresponda con el estado de ánimo del lector. Un descuidado estilo arruinaría cualquier intento de escribir fantasía seria.

La atmósfera y no la acción, es el gran desiderátum de la literatura fantástica. En realidad, todo relato fantástico debe ser una nítida pincelada de un cierto tipo de comportamiento humano. Si le damos cualquier otro tipo de prioridad, podría llegar a convertirse en una obra mediocre, pueril y poco convincente. El énfasis debe transmitirse con sutileza; indicaciones, sugerencias vagas que se asocien entre sí, creando una ilusión brumosa de la extraña realidad de lo irreal. Hay que evitar descripciones inútiles de sucesos increíbles que no sean significativos.

Éstas han sido las reglas que he seguido (consciente o inconscientemente) ya que siempre he considerado con bastante seriedad la creación fantástica. Que mis resultados puedan llegar a tener éxito es algo bastante discutible; pero de lo que sí estoy seguro es que, si hubiese ignorado las normas aquí arriba mencionadas, mis relatos habrían sido mucho peores de lo que son ahora.

Howard Phillip Lovecraft.



Diez mandamientos para escribir con estilo.
Friedrich Nietzsche (1844-1900)

I.
Lo que más importa es la vida: el estilo debe vivir.

II.
El estilo debe ser apropiado a tu persona, en función de una persona determinada a la que quieres comunicar tu pensamiento.

III.
Antes de tomar la pluma, hay que saber exactamente cómo se expresaría de viva voz lo que se tiene que decir. Escribir debe ser sólo una imitación.

IV.
El escritor está lejos de poseer todos los medios del orador. Debe, pues, inspirarse en una forma de discurso muy expresiva. Su reflejo escrito parecerá de todos modos mucho más apagado que su modelo.

V.
La riqueza de la vida se traduce por la riqueza de los gestos. Hay que aprender a considerar todo como un gesto: la longitud y la cesura de las frases, la puntuación, las respiraciones; También la elección de las palabras, y la sucesión de los argumentos.

VI.
Cuidado con el período. Sólo tienen derecho a él aquellos que tienen la respiración muy larga hablando. Para la mayor parte, el período es tan sólo una afectación.

VII.
El estilo debe mostrar que uno cree en sus pensamientos, no sólo que los piensa, sino que los siente.

VIII.
Cuanto más abstracta es la verdad que se quiere enseñar, más importante es hacer converger hacia ella todos los sentidos del lector.

IX.
El tacto del buen prosista en la elección de sus medios consiste en aproximarse a la poesía hasta rozarla, pero sin franquear jamás el límite que la separa.

X.
No es sensato ni hábil privar al lector de sus refutaciones más fáciles; es muy sensato y muy hábil, por el contrario, dejarle el cuidado de formular él mismo la última palabra de nuestra sabiduría.

Friedrich Nietzsche (1844-1900)

domingo, 17 de octubre de 2010

Ella

(Publicado en la fecha en que fue escrito)

Y ella se preguntó por qué nadie antes le había regalado flores. Se preguntó por qué nunca recibió una carta de amor en su buzón un domingo. También se preguntó por qué nunca nadie le habia escrito una poesía, ni recitado unas bonitas palabras desde el corazón mientras le miran a los ojos profundamente. Ella odia las cursilerías, pero sólo porque muchas de ellas son hipócritas o sobreactuadas. Si alguien la conociera de verdad, sabría que una demostración de amor desde lo más profundo del alma, un simple detalle inesperado pero lleno de sentimientos sinceros, es todo lo que necesita.

Aunque esporádicamente, claro. Ella necesita pasarlo mal, necesita sufrir, que le hagan daño. Siente envejecer y que está perdiendo tiempo de su vida cuando cae en la rutina o cuando todo le va bien (o todo le va mal...). Odia que las cosas escapen a su control, pero meterse en lios y los problemas son cosas que a medio plazo le devuelven la vitalidad.

A ella le gusta sentirse deseada, querida... Por supuesto, pero genera tolerancia enseguida. Necesita aumentar la dosis o pasar periodo de abstinencia, sufrir, y volver a empezar. Y así cada vez será como al principio. No tener nada seguro, pero sin llegar a perderlo todo.

Ella necesita el amor tanto como cualquier otra persona, pero para sentirse viva necesita que le hagan daño, empezar una y otra vez. Odia la inestabilidad, le hace llorar, pasar malas noches, le impide concentrarse... Pero de esta manera siente en sus venas un sabor agridulce. El frío que hace que el calor esté caliente. Le da miedo el dolor, pero al fin y al cabo, necesita un extremo para apreciar más el otro.

The pain is there to remind her that she's still alive

Ella genera tolerancia con facilidad... ya se sabe, la droga es lo que tiene. Anatomica y fisiológicamente, le ha tocado ser humana. Entonces, no puede sino ser otra drogadicta más, otra jodida enferma.
So high and you can't feel it...

Ella cuando escribió esto, lo estaba pasando mal. Ella ahora, casi un mes después, relee el borrador de esta entrada y lo retoma, y sigue pasandolo mal. Pero nadie lo sabe... Para ella ha pasado mucho tiempo, pero ni siquiera es un mes. ¿Cuánto más?
Y seguirá sin saberlo nadie...
Y cada segundo que pasa, piensa que va a estallar, que va a volverse completamente loca...

miércoles, 13 de octubre de 2010

Una cuestión de honestidad

I think it takes a long time and a wise dancer to give an honest performance. The most honest and raw performances I've seen are from dancers who have either been dancing their whole life or who have been dancing for 20 or more years. It's difficult for a new performer to have the confidence and sense of self to give an honest performance. Many of us newbies are still focusing on whether our technique is correct or whether or not the audience cares or appreciates what we're doing, or whether or not our costume might... "malfunction." An experienced performer is so open on stage that she's not paying attention to these things - she isn't paying attention to anything, in the conscious sense. It's as if she's turning her emotional self inside out, baring her shadows for all of us to see, and she isn't worrying about whether or not we like what we're seeing. She just IS, and that's all that matters.



"Creo que lleva mucho tiempo y sabiduría para que una bailarina pueda ofrecer una actuación honesta. Las más crudas y honestas que he visto son de bailarinas que o han estado bailando toda su vida o han bailado durante 20 años o más. Es dificil para una intérprete nueva tener la confianza y el sentido propio para mostrar una interpretación honesta. Muchos de nosotros los novatos aún nos seguimos fijando en si nuestra técnica es correcta o si a la audiencia le importa o aprecia lo que estamos haciendo o no, o si nuestra indumentaria podría "malfuncionar" o no. Una intérprete con experiencia está tan abierta en el escenario que no presta atención a estas cosas - no presta atención a nada, en el sentido consciente. Es como si estuviera sacando su yo emocional interno al exterior, dejando al descubierto sus sombras para que todos las veamos, y no se preocupa sobre si nos gusta o no lo que estamos viendo. Simplemente ES, y eso es todo lo que importa."
Amén =)

domingo, 3 de octubre de 2010

5000

El contador marca 5000 visitas :D
Hace un tiempo actualicé cuando llegué a las mil, y ahora, como también es una cifra más o menos señalada, habrá que nombrarla o algo. Debo decir que 5000 visitas son pocas, pero no quiero muchas más. Excepto uno o dos articulillos (el de la danza oriental y el del i-doser xD) el resto no recibe casi visitas... lo cual no me parece raro. ¿Quién va a querer saber que pasa en mi vida? ¿O peor aún: leer lo que escribo?

No escribo para los demás, en realidad escribo para mí. Si alguien lo lee y no siente que pierde el tiempo en ello, me alegro =) Es por eso que no puedo decir que haga literatura, pues la literatura está hecha para ser publicada y por consiguiente leída. El acto comunicativo requiere de emisor, mensaje y receptor como mínimo. Por tanto, si no hay receptor, es imposible hablar de literatura.

Creo que no se me termina de dar demasiado bien esto de expresar lo que siento con las palabras... A veces es tan complicado, que por mucho que busques metáforas y las complementes con mil adjetivos, sabes que quien lo lea mágicamente no va a poder sentirlo... Muchas veces quiero trasmitir algo, para que los demás lo sientan, como a mí me hacen sentir algunas canciones o cosas que leo... y nunca sé cómo hacerlo.

Seguiré intentándolo... y el Theatre verá mis progresos por muchos años y visitas más =)