martes, 26 de abril de 2011

El panorama sanitario: El ego del especialista

Como muchos de mis lectores sabrán, soy estudiante de Farmacia. Muchas veces me he preguntado qué fue exactamente lo que me llamó de esta carrera, que no suele ser muy popular a la hora de empezar a pensar en el futuro. Siempre llama más la atención estudiar Medicina, Enfermería como otra opción o incluso a veces Fisioterapia, y la imagen que nuestra mente tiene concebida de los profesionales de la salud es también una de las principales influencias que sufre nuestra acelerada e inexperta decisión.

La gran ubiquidad de los médicos (porque sí, están en todas partes) es en gran medida el primer condicionante de su popularidad, o de su impopularidad, pues también son odiados o incluso temidos por alguna parte de la población. Dentistas, médicos de cabecera, pediatras, ginecólogos, psiquiatras, forenses, endocrinólogos, dermatólogos, urólogos... y un montón de especialidades más, que elevan la figura genérica de médico a un nivel de todopoderosidad que ellos mismos acaban aceptando, creyendo y proclamando. No voy a decir nada en contra de ellos. Como todos, los habrá mejores y peores, más avispados o menos y meterán la pata como todo el mundo alguna vez con su diagnóstico. La mayoría son unos buenos profesionales, que desempeñan su trabajo sintiéndose satisfechos con su labor humanitaria (o al menos, dentro del corto lapso de tiempo que les dejan para atender a sus pacientes, pero eso es otro tema controvertido del que no voy a tratar ahora), o eso supongo.
Por todo ello, cuando uno piensa en personal sanitario le viene a la mente la figura del todopoderoso médico, o el enfermero de turno que es “el ayudante” por excelencia del médico. Por supuesto, siempre pensando en este tipo de profesiones como las dedicadas a ayudar a la gente, destacando su gran labor humanitaria, etc. No sé hasta qué punto este llega a ser el motor de más de uno, pero seguro que se dan casos en los que la curiosidad o el interés por el funcionamiento de la “maquinaria humana” y sus anomalías (patologías fuera de la metáfora) es el carbón de caldera.

Más tarde, cuando toca decidir más concretamente el camino a seguir, es cuando uno se topa con carreras menos conocidas como Farmacia, Fisioterapia, Psicología, Terapia Ocupacional (a pesar de compartir facultad con ellos, desconozco el campo específico de actuación de estos últimos), Podología... Y otra vez somos víctimas de los estereotipos: Los farmacéuticos sólo son los que venden en la farmacia, menuda tontería estudiar 5 años para eso. Los fisioterapeutas son los que dan masajes. Los psicólogos sólo se sientan a escuchar problemas de unos cuantos locos y así ganan dinero. ¿Terapia Ocupacional? Eso suena a rollo. Agg, que asquito, podología; todo el día viendo pies, con lo mal que les huelen a algunos...

Sin embargo, en mi caso, vi en un farmacéutico un profesional de sustancias que producen un efecto en el organismo. Vi a un alquimista moderno, a un Galeno, a un boticario, a un druida, a un químico, a un biólogo, a un botánico. Vi un amplio campo del saber, el empleo de la naturaleza, o sus modificaciones, de las cosas que están a nuestro alrededor, para provocar un efecto que puede ser fatal o milagroso. Si para los pizzeros el secreto está en la masa, nuestro eslógan debería ser claramente: El secreto está en la dosis. Fue esta visión fugaz, el interés que me despertó y mis recuerdos de la niñez jugando a brujas haciendo pociones con plantitas del apartamento de mis yayos las que me hicieron decidirme. Nada más. Puedo haber acertado, o puedo no. Aún me lo pregunto, y como no puedo tomar varios caminos a la vez, quizás nunca lo sepa. Pero realmente eso no importa. Me interesan algunas cosas más, otras menos. Y creo no estar motivada por la terapéutica, sino por la fría curiosidad de los efectos de las sustancias en un sistema tan bien organizado, pero con anomalías, como lo es el cuerpo humano.

Soy partidaria, sin embargo, de no meter “mierda” en el cuerpo, véase, sustancias externas. Creo que eso se debe reservar a casos realmente necesarios. Puede parecer que con tanto adelanto farmacológico, los medicamentos son casi la panacea. Rápidos, efectivos e inofensivos. Y no seré yo quién lo niegue. Sin embargo, los efectos secundarios están indicados por alguna razón. Los hay, y en ciertos casos no son lo que se dice pocos precisamente. Estamos hablando de un complejo sistema organizado como lo es el cuerpo humano. El medicamento debe circular por el torrente sanguíneo. Puede ser más o menos específico para actuar con unos receptores concretos o no, pero no puedes evitar que se filtre por otros tejidos en mínima proporción, se elimine por orina, se metabolice creando reactivos peligrosos o interaccione en otras reacciones. No se puede tener una idea exacta del alcance que puede suponer el ingreso de dicha sustancia. Por ello la dosis puede ser veneno y antídoto a la vez, la enfermedad y la cura, la muerte y la vida. Algo que puede hacerte bien también puede, contrariamente, causarte un gran mal.

Si buscamos el significado de farmacoterapia, en la RAE por ejemplo, obtenemos la definición que sigue:
farmacoterapia.
  1. f. Tratamiento de las enfermedades mediante drogas.
Las drogas son (o eran, el término está cayendo en desuso para este significado) materias primas de origen natural que contienen uno o varios principios activos y que no han sufrido manipulación salvo la necesaria para su conservación. También puede interpretarse como sinónimo de medicamento.
Voy a contrastarlo ahora con la definición de fisioterapia, pues tras hablar hace un tiempo con un compañero de facultad que está terminando la carrera de fisioterapia me llamó la atención la pequeña especie de rivalidad, un desacuerdo inconciliable en los métodos para el mismo fin, el estado de salud. Procedo con la definición:
fisioterapia.
  1. f. Med. Método curativo por medios naturales, como el aire, el agua, la luz, etc., o mecánicos, como el masaje, la gimnasia, etc.
A primera vista, me pareció un método interesante en la medida en que no incidía violentamente en el funcionamiento del organismo a través de sustancias que pudieran ocasionar un efecto nocivo colateral. Con elementos naturales, como pequeñas descargas eléctricas, es cierto que se puede llegar a restablecer el estado de salud, por ejemplo, patologías a nivel muscular. En mi opinión, se podría llegar a considerar antes de la farmacoterapia en ciertos casos, como a nivel deportivo o geriátrico e infantil, siempre cuando estemos tratando con el sistema motor, huesos, músculos, articulaciones...

Pero es llevar al extremo pensar que la fisioterapia pueda curar todo tipo de procesos infecciosos bacterianos o víricos, autoinmunes o cancerígenos. Seamos realistas, a veces el cuerpo no tiene las suficientes defensas como para combatir según qué tipo de enfermedades: SIDA, cáncer, tuberculosis, lepra, dengue... Son palabras mayores, son asuntos que a la fisioterapia le quedan far from big without any doubt. No es por restringir, pero la fisioterapia no tiene nada que hacer en estos casos, y por más que lo intente, se está metiendo en terreno que no le pertenece y en el que no se puede defender.

En la carrera de fisioterapia no te enseñan los microorganismos y las enfermedades que producen, el funcionamiento de los órganos, la histología de los mismos, los tipos de receptores que interaccionan con las sustancias que el mismo organismo utiliza para activar zonas, procesos. El metabolismo con todos los enzimas implicados, su regulación y las degradaciones de los nutrientes. No te enseñan a cultivar microorganismos para investigar en su ADN y sus procesos; buscar el punto débil de los mismos, la mínima diferencia respecto a humanos para crear una molécula que por el simple hecho de tener un átomo de nitrógeno en una posición determinada y no en otra puede dejar a una bacteria sin vida y pasar de largo ante millones de otros receptores celulares humanos. Es un trabajo laborioso que requiere conocimientos más amplios y variados tanto de humanos como de vegetales, células tan pequeñas que las estás respirando a cada momento así como propiedades de la luz y sustancias hasta llegar al mínimo nivel: el nivel atómico.

Con esto no pretendo descalificar a un diplomado fisioterapeuta ni insinúo saber más que ellos. Tenemos ámbitos distintos. El suyo les ocupa tres años, el mío cinco, sin más drama. Como bien he defendido antes, cada especialista se ocupa de su campo del saber.

También los médicos, al especializarse pueden llegar a conocer fármacos específicos de aquello que tratan, pueden igualar a un farmacéutico pero sólo en esa parcela específica. No conocen sin embargo las interacciones, síntesis, propiedades y farmacodinamia de los mismos. En la antigüedad, medicina y farmacia serían (de hecho, lo eran) un mismo campo del saber, y ahora en ambas por separado, puedes echar en falta una complementación para tener conocimiento completo y global de la salud. Sería un lujo poder saber todo eso, pero con los avances y la cantidad de información de la que hoy en día se dispone, se ha acabado desarrollando cada ámbito por su lado y en una dirección. Pero no puede verse esto como un atraso, pues es la salud y las vidas humanas las que se ponen en juego cuando un profesional no colabora y se considera autosuficiente o “entendido” en competencias que desconoce. No se completa una terapia de manera eficiente si no existe una colaboración interprofesional, o al menos así es como yo lo considero.

Quizás en un futuro se fomente el trabajo en equipo, no es algo tan lejano. Por ejemplo, en Reino Unido se da en las oficinas de farmacia un trato más personal y prolongado a cada paciente (que no cliente...), que es llevado a una sala cerrada aparte, como si de una consulta se tratase, para entrevistarle sobre su patología, el tratamiento recetado por el médico, si está tomando otra medicación, la dosis adecuada... Incluso teniendo potestad el farmacéutico para comunicar su desacuerdo con el médico y la modificación del tratamiento propuesto. Dejemos apartado el ego para abrirnos a una colaboración en beneficio de la salud, de la humanidad, y no competir por la dominación con arrogancia y aires de superioridad. Un poco de humildad de vez en cuando, no viene mal. Tener conocimientos de una especialidad no nos hace superiores al resto. El panorama sanitario es más que mejorable, pero el fallo se encuentra a nivel individual. Cada uno, a lo que le toca, tolerancia, respeto a otros profesionales, cooperación crítica... Y un paracetamol y mucha agua.

lunes, 4 de abril de 2011

Un rasguño en su mirada

Pensamientos horizontales
De esos que murmullan y saben a sal.
Salitre y el regusto amargo
De quien echa de menos.
Clavando la rabia en los últimos
Destellos fucsia del ocaso.
Olvidando, acaso,
Que el vasto océano no es horizontal.
28 Febrero 2011

Murmullos que cantan
Con salitre en sus bocas.
Rayos rezagados que destellan
Y se clavan en el pensamiento.
Escuece la nostalgia amarga
En la piel, en los labios fucsia, en la rabia.
Rayando el océano con sus lágrimas,
Sea o no, un rasguño en su mirada.
 3 Abril 2011