martes, 8 de julio de 2014

Economía y budismo

El libro "Small Is Beautiful: Economics as if People Mattered" del teórico económico E.F. Schumacher intenta conciliar la economía y la filosofía budista, añadiendo de esta forma "valores" y "metafísica" a las ciencias económicas. Schumacher dice que los economistas mismos, como la mayoría de los especialistas, tienden a asumir que la suya es una ciencia de verdades absolutas e invariables, que carece de presuposiciones, algo tan carente de valores y metafísica como podría serlo la ley de la gravedad. Schumacher dice, por tanto, que los economistas sufren de lo que él llama un tipo de "ceguera metafísica".

Dice que la economía occidental tradicional está envilecida y nos hace considerar a "los bienes materiales más importantes que las personas y el consumo como más importante que la actividad creativa".

Por lo tanto, de este tipo de pensamiento se deriva nuestro deseo crónico de evitar el trabajo como tal y la dificultad de encontrar, por tanto, una ocupación realmente satisfactoria.

En palabras de Schumacher:
"Existe un acuerdo universal de que una fuente fundamental de riqueza es el trabajo humano. Ahora, los economistas modernos han sido educados para considerar el "trabajo" o trabajar como poco más que un mal necesario. Desde el punto de vista del empleador, que es en cualquier caso simplemente un elemento de coste que se quiere reducir a un mínimo si no eliminar por completo, por ejemplo, a través de la automatización. Desde el punto de vista del obrero, es un "desutilidad"; trabajar es hacer un sacrificio de el propia ocio y confort, y los salarios son una especie de compensación por el sacrificio. Por lo tanto, lo ideal desde el punto de vista del empresario es tener producción sin empleados, y desde el punto de vista del trabajador es tener ingresos sin empleo.
Las consecuencias de estas actitudes, tanto en la teoría como en la práctica tienen un gran alcance. Si el ideal con respecto al trabajo es la de deshacerse de él, todos los métodos que "reducen la carga de trabajo" son buenos. El método más potente, a falta de automatización, es la llamada "división del trabajo" ... Aquí no se trata de una cuestión de especialización ordinaria, que la humanidad ha practicado desde tiempos inmemoriales, sino de dividir cada proceso completo de la producción en partes más diminutas, por lo que el producto final puede ser producido a gran velocidad sin que nadie haya tenido que contribuir con más que con un movimiento no cualificado, y en la mayoría de los casos totalmente insignificante, de sus miembros."

"El punto de vista budista toma la función de trabajo y la desdobla en por lo menos tres partes u objetivos: dar a un hombre la oportunidad de utilizar y desarrollar sus facultades; que pueda superar su egocentrismo al unirse con otras personas en una tarea común; y para dar a luz a los bienes y servicios necesarios para desarrollar su existencia. Una vez más, las consecuencias que se derivan de esta visión son infinitas. Organizar el trabajo de tal manera que se vuelve una tarea sin sentido, aburrida, embrutecedora o estresante para el trabajador sería poco menos que criminal; indicaría una mayor preocupación por los bienes que por las personas, una diabólica falta de compasión y un grado de unión con el lado más primitivo de esta existencia mundana totalmente desalmado. Igualmente, luchar por el ocio como una alternativa al trabajo sería considerado un desconocimiento total de una de las verdades básicas de la existencia humana, es decir, que el trabajo y el ocio son partes complementarias de un mismo proceso vital y no se pueden separar sin destruir el gozo del trabajo y la felicidad del ocio. Desde el punto de vista budista, existen, por tanto, dos tipos de mecanización que deben ser claramente distinguidos: uno que mejora la habilidad y el poder y uno que convierte la obra del hombre en la de un esclavo mecánico, dejando al hombre en la posición de tener que servir al esclavo."

Totalmente desalentador. Una vez más, la podrida y mecanizada visión de la economía de occidente se ve beneficiada por un tipo de pensamiento diametralmente opuesto, humanizador y tradicional. Pero así como los extremos demuestran no ser eficaces ni para el enriquecimiento personal ni para el progreso, sí que podría ser beneficioso abrir la sistemática de trabajo a este tipo de influencias, para centrarse más en los trabajadores como personas con sus aspiraciones, capacidades creativas (que necesitan ser desarrolladas) y necesidad de autorrealización; y no como en números, herramientas o por qué no decirlo, esclavos. La esclavitud no consiste sólo en llevar cadenas pesadas y oxidadas... A veces éstas son invisibles y nos reprimen desde la mentalidad que se nos inculca colectivamente.


(Traducción de extractos a partir del artículo de Brain Pickings: Buddhist Economics: How to Stop Prioritizing Goods Over People and Consumption Over Creative Activity.)