martes, 25 de diciembre de 2012

Por el aguinaldo (microrrelato navideño)

Sin duda lo peor de las navidades eran los encuentros aparentemente afables con familiares que durante el resto del año ni se dignaban a dar señales de vida pero que oye, cuánto nos queremos y qué familia más unida tenemos. Apariencias, para exportar. Y en esas me encontraba ahora, riéndome de un chiste sin gracia que no estaba escuchando del tío abuelo que tiene ochenta años y desvaría.
“Yo todo bien, la carrera ahí va, sólo me queda un año para terminar. No, en farmacia no estudiamos cinco años para ser sólo simples dependientes”. A ver cómo hacías entrar en razón a aquellos tozudos que por las veces que los has visto podrían perfectamente ser algún vecino del barrio con el que te has cruzado varias veces. Cuánta falsedad. ¿Qué están contando ahora sobre su hijo? Ya empiezan los cotilleos, esto va a alargarse. ¿Por qué, mundo cruel? Sinceramente su divorcio me importa un mejillón en escabeche... Pero yo asiento, y cojo un polvorón, que comer calma la ansiedad.
Que conste que me quedo por si caen algunos cochinos euros, que no está la cosa como para sacrificar el aguinaldo. No me miréis así, no es por ser frívola pero me lo merezco, lo juro. Al fin y al cabo a la familia no la podemos elegir, hay que apechugar con la que nos viene de serie cuando venimos al mundo. Ay de nosotros tan inocentes y tan recién nacidos que no sabemos la que se nos viene encima...
“Sí, sí, tienes razón tío, no hay trabajo porque los inmigrantes y las mujeres los queremos acaparar. Por supuesto”. Si lo sé, nazco huérfana.

FELICES FIESTAS A TODOS. Aguantad las formalidades como podáis pero descansad. Y para los estudiantes... empezad al lío que ya veréis la que os va a caer encima este enero-febrero con los exámenes ;)

viernes, 21 de diciembre de 2012

Berlín.


Es invierno y tiemblo.
No sé si estarás pensando lo mismo que yo.
Te miro, sin mirarte, puesto que no te tengo delante
y te imagino tumbado, acaso durmiendo.

Quiero soñar junto a ti,
pero tienes un muro que a veces no me deja.
Berlín dividida es nuestra cama esta noche.
Reprimo un abrazo, me tumbo
de espaldas a tu espalda
y me abrazo yo sola.

Qué difícil es comprender que yo,
o todo o nada.
Y que cuando yo todo, tú poco.
Tú siempre poco, otras veces todo y nada.
Me da por buscarte con los pies
para después huír sobresaltada.

El problema es que nunca sé
si no quieres mirarme
o es que acaso duermes.
Y si duermes, ¿por qué no sueñas?
¿Por qué no me miras? Juntemos Berlín
para que vuelvas a acostumbrarme
a que pensemos lo mismo.
Entonces tú todo, y yo más, eso siempre.