domingo, 1 de agosto de 2010

El Leteo

Ven a mi pecho, alma sorda y cruel,
Tigre adorado, monstruo de aire indolente;
Quiero enterrar mis temblorosos dedos
En la espesura de tu abundosa crin;

Sepultar mi cabeza dolorida
En tu falda colmada de perfume
Y respirar, como una ajada flor,
El relente de mi amor extinguido.

¡Quiero dormir! ¡Dormir más que vivir!
En un sueño, como la muerte, dulce,
Estamparé mis besos sin descanso
Por tu cuerpo pulido como el cobre.

Para ahogar mis sollozos apagados,
Sólo preciso tu profundo lecho;
El poderoso olvido habita entre tus labios
Y fluye de tus besos el Leteo.

Mi destino, desde ahora mi delicia,
Como un predestinado seguiré;
Condenado inocente, mártir dócil
Cuyo fervor se acrece en el suplicio.

Para ahogar mi rencor, apuraré
El nepentes y la cicuta amada,
Del pezón delicioso que corona este seno
El cual nunca contuvo un corazón.

Ch. Baudelaire

El Leteo era uno de los ríos de los Infiernos en la mitología antigua. Sus aguas hacían olvidar el pasado a quién las bebía. Se representaba mediante un anciano de cabeza coronada de dormidera y loto.
El nepente era una bebida mágica, mencionada por Homero, que eliminaba la tristeza y la cólera. En farmacopea, mezcla de beleño, mirra y opio. El poeta vacila constantemente entre la muerte y el olvido. El nepente adormece el dolor, pero la cicuta mata.

Otro de los poemas de mi amor imposible, Baudelaire, a quien amo por la esencia de sus palabras. Conozco su alma, porque leo las huellas tangibles que ha dejado... huellas imborrables, que le hacen, como el Cid, batallar en mi corazón aún después de muerto. ¿Muerte u olvido? Quizás muerte, mas nunca olvido... Baudelaire, inmortal condenado, propriétaire de mon coeur...

No hay comentarios:

Publicar un comentario