jueves, 4 de abril de 2013

Hazte así, que llevas algo de pasta en tus gafas.

Me llaman gafapasta. A veces. Están equivocados, por supuesto. Primero, porque mis gafas no son de pasta. Lo cual es bastante importante no sólo por la etimología del término sino porque al parecer la pasta gafil está invadiendo las ópticas y cualquiera podría serlo. Por suerte aún no se me han quedado viejas las gafas y no las tengo que cambiar por esos armatostes que te tapan la cara y que parecen haber sido dibujadas grotescamente en tu cara con un rotulador permanente de gran diámetro.

Caricaturización ilustrativa
En segundo lugar, admito que alguna vez he expresado, quizás con un poco de exageración, mi devoción hacia algunos escritores o poetas. Esa emoción que me asalta cuando veo publicaciones bien chulas de esos libros clásicos que hay que leer en la vida, o de aquellos que he leído y son demasiado geniales para que no los nombre o de esa brillante perla que encuentras de manera inesperada en las ferias del libro de ocasión cuyo valor material es bajo pero el simbólico y devoto es bien alto.

He leído libros, claro, y por cada uno que leo se añaden lo menos 5 a la lista de pendientes. Para los que tengan un poco de idea de cómo van las exponenciales, sólo decirles que el año pasado me leí 20 libros. Haceros las cuentas si queréis. El tema es que me quedan infinidad de libros por leer, y todos los que apunto en la lista de pendientes e incluso los que descarto, han pasado por mi filtro. Esto consiste en que conozco su título, el nombre del autor, su época a grosso modo, sinopsis bastante simple, repercusión histórico-social, algún dato del autor si es relevante y anécdota si también lo es. Vamos, toda una ficha mental de culturilla básica lectora.

No es de extrañar entonces que cuando en alguna circunstancia se hace alusión a un libro o autor que conozco, me ponga a aportar la información de mi ficha, bien con el entusiasmo de que sea ese libro de mi lista que ansío leer, bien con la dejadez de ese otro libro que he descartado y que creo que no merece la pena. A los ojos de los demás esto es de sabionda, gafapasta o pedante. Para nada. Para los que me conozcáis más o menos bien, ya sabréis la emoción que pongo al hablar de algunas cosas. No puedo evitarlo: gesticulo en exceso, elevo mi tono de voz, suspiro y hasta a veces salto. Hasta que acabo esa conversación y me relajo.

Me doy cuenta de que no sé exactamente si el gafapastismo es eso o qué es. Es un término confuso y definido con una línea imaginaria. No intento en ningún momento ser prepotente ni hacer a alguien sentir mal por no saber ciertas cosas, aunque lo exprese tal que así: "¡Oh dios mío! ¿Cómo puedes no saber quién es Edgar Allan Poe y vivir tranquilo?". Vale, puede quedar un poco agresivo, pero no es la intención. Sólo doy información que para mí es relevante. Si eso es ser gafapasta, pues adelante, entonces lo soy.

Ea, estas serían mis pintas con gafas de pasta de estas modernuelas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario