lunes, 7 de diciembre de 2015

"Intensita"

 Hace (eones) años que no escribo. No escribo como antes. Lo achacaba a la falta de tiempo y de eso que se suele llamar “inspiración”. A ver, tengo que ser completamente sincera. Lo único que he escrito son resúmenes de formaciones que recibí durante el año que estuve en la farmacia. Aburridos, planos, científicos, esquemáticos. Ya sabéis, lo que implica la palabra informe

Luego ya con tinte más relajado, he escrito en el blog profesional. Ese que me he hecho a modo de marca personal, siguiendo las nuevas tendencias que dicen que hay que ser visible en redes sociales no solo en profesiones relacionadas con la comunicación, sino en este caso, también para las profesiones sanitarias. Pero al fin y al cabo, seguía siendo otro artículo de índole laboral. Que a ver, está bien… Y para escribir sobre salud o ciencia no hace falta ser buen literato, sólo usar las palabras adecuadas según el público (más o menos tecnicismos) y usar un par de buenos conectores de párrafos. Hacerlo ameno, entretenido, esquematizado, breve y con información útil. Si la información es buena y está expuesta de manera clara, no hay criterio subjetivo. Puedes decir que has hecho una buena entrada de blog. Pues bien, aún así, resulta que el estilo expositivo no es mi fuerte. Supongo que aún tengo que perfeccionarlo. Pero dentro de mí, me repugna quedarme en la superficie y no ser yo la que habla. No es mi voz, es información casi despersonalizada -si acaso este término existe-.


Lo siento, sigo hablando de mí: Debo admitir que mi prosa es más intimista. No puedo evitarlo. Tienen que haber tintes autobiográficos, intensos y egocéntricos en mis escritos. Esto no es ni bueno ni malo, supongo. Simplemente, es mi voz. Soy lo suficientemente narcisista como para pensar que hablar de mí puede tener alguna importancia, y para sentirme liberada exponiéndome a los demás de esta forma, en vez de caer en la ficción. Eso no me libra de auto-juzgarme duramente, como tiendo a hacerlo en la vida real. Digamos entonces que mi narcisismo no cae en la idolatría.


Bueno, y ayer me di cuenta -realmente es esto lo que me ha llevado a escribir- que dejé la escritura porque se me pasó el drama. Sí, así de sencillo. Es decir, se me pasó la adolescencia, como a todos o casi todos, supongo. Y no habiendo razón para dramatizar, me resulta superficial y poco estiloso escribir sobre banalidades y ¿alegrías?. Ni siquiera se me ocurre alguien a quien le haya quedado bien escribir sin tener algún tinte de tormento. Me parece asquerosamente falso ir de “intensita” por la vida, haciendo drama de cualquier reflexión pseudoexistencialista cuando no, no tiene profundidad ninguna. Y lo sé, y el lector lo sabe. Es más, quizá haya gente que podría tener la capacidad de usar el drama autobiográficamente de verdad y seguramente no lo hace. Hacia dónde me creo que voy yo diciendo que mi vida es una mierda cuando no tengo ni idea de lo dura que puede ser la vida para alguien. De hecho, miro hacia mi interior y sé que mi vida no es una mierda.


A propósito de esto leí el término de “intensitos” por internet en un artículo de opinión que criticaba esta nueva oleada de jóvenes atormentados y autoproclamados “enfants terribles” del siglo XXI cuyo mayor drama es quedarse sin datos para subir su dramático foto con filtro Valencia a Instagram junto a un haiku igual de dramático. Oh, qué incomprendidos son. Cuántos corazones rotos (ni que fueran los primeros en la historia). Qué sociedad tan cruel que les excluye del mercado laboral. Una sociedad que te dijo: Estudia lo que te guste y podrás trabajar de lo que te haga feliz. Y nos mintieron. Nos infantilizan y no nos dejan hacer carrera laboral por miedo a que nuestra falta de experiencia lleve al traste los proyectos ya asentados. Ay de nosotros, que creíamos que tras estudiar íbamos a salir a comernos el mundo y resulta que la experiencia no está en los libros y que encontrar un puesto laboral tras estudiar periodismo y bellas artes es como ir tras el santo grial.


Para compensar, mientras, bebemos los fines de semana y pasamos nuestro rato viendo series y leyendo tuits. Estamos dejando de actuar y alienándonos, convenciéndonos con los argumentos que nos han repetido hasta la saciedad de que los mayores tienen razón y que nosotros no sabemos pensar. Sí y no. No sabemos pensar porque la era de la información nos lo da todo y nos da tanto que no podemos digerirlo ni hacernos una opinión propia (y qué decir de desarrollarla argumentativamente). Y sí que podemos porque internamente tenemos las capacidades y el potencial de salir ahí y explotar, triunfar y de aprender a un ritmo más que suficiente como para superar a nuestros predecesores en unos 5 años. Pero no, nosotros a malgastar nuestro tiempo escribiendo tuits graciosos, leyendo sólo los titulares de las noticias y venga a actualizar timelines de redes sociales para deslizar con nuestro dedo la pantalla frenéticamente como si no tuviéramos otra cosa en la vida.

Pero claro, de pronto, qué intensos somos, qué malo es el mundo. Me he leído a Rimbaud, mira qué poeta soy y cómo hago verso libre tabulando los párrafos progresivamente haciendo formitas porque soy muy contemporáneo y nadie entiende lo profundo de mi arte...


En fin. Es ilícito usar el drama para esto. Y eso es lo que siento yo. Si me dejara llevar podría seguir escribiendo en mi línea de antes. Sin embargo, en vez de parecer una adolescente rebelde, parecería una ridícula hipster gafapasta dentro del subgénero antes mencionado de “intensita”. Pero me alegro de haberme formado una capacidad autocrítica y un pensamiento amplio que me evite caer en lo que no quiero ser. Aún así, es difícil nadar contra corriente. Es muy complicado encontrar tu propia voz sin odiarte porque por mucho que me empeñe en despreciar a esos, yo soy de su misma generación y mis vivencias, tan similares a las suyas, no me van a llevar a otro output que uno del mismo estilo al que critico, a ese victimismo ilícito. ¡Porque las circunstancias personales son, si no las mismas, similares!


Sin embargo, siempre vuelvo, vuelvo a mí. Porque resulta que he caído, que ya no leo como antes. La era digital ha acabado con mis hábitos de lectura. Con mis hábitos de escritura. El individualismo me lleva a tomar como centro mi propio yo... No puedo hacer ficción. Puedo hacer diario, o autobiografía. Y como no emplee la mentira o la exageración… No tengo nada profundo que contar que merezca la pena ser contado.

Esa es mi vida.


lunes, 12 de octubre de 2015

Emulador Game Boy para Android

Hace una semana más o menos, me dieron la idea de empezar una sección sobre tecnología en el blog, explicando apps útiles, otras no tanto, curiosidades... No soy ninguna experta en la materia, pero me voy a animar a contaros algunas cosillas a los curiosos.

El tema de hoy nos remonta a la era de las consolas. El reinado de Nintendo. Las game boys y ese mundo vintage. Con móviles tan grandes como los que hay ahora, emular una GB color o advance (en horizontal) es todo un ejercicio de nostalgia y felicidad. Jugar a los juegos que siempre habíamos querido y nunca pudimos comprar. No tener que cargar con un cacharro consola para tener horas y horas de diversión... Lo hicimos en ordenadores, ahora lo podemos hacer desde nuestros Android.


En resumen: La app de hoy se llama "John GBA Lite".
Podéis encontrarla por ese nombre en la PlayStore de Android. Creo que hay versión de pago y gratis. La gratis tiene anuncios, pero simplemente quitando la conexión wifi y los datos solucionamos este contratiempo (para aquellos a los que les moleste). Por lo demás, es completa, no ocupa mucho espacio y va rápida.

Por mi experiencia con ella, no da ningún fallo y cumple con su cometido como se espera. No tiene lag, no falla en el guardado de datos, etc. Habrá muchos otros emuladores buenos, pero ante la gran avalancha y saturación de apps similares, he de decir que yo he probado este, me funciona, y no tengo necesidad de seguir probando más. A veces menos es más, no necesitamos probarlo todo para elegir si sabemos lo que queremos.

Yo he estado jugando a Pokémon Esmeralda, ya que los juegos de Pokemon guardan su lugar en mi corasonsito como juegos que han marcado mi infancia. Al ser tan largos, recuerdo largas jornadas de juego ilimitado, y quería recuperarlo.



Cómo jugar: Lo primero es buscar en internet los juegos. En formato comprimido .zip me vale. Buscamos, bajamos y guardamos en nuestro móvil. No importa dónde, el emulador lo encuentra. Como método organizativo sí que podéis crear una carpeta que se llame Juegos o algo así para no tenerlo todo desordenado.

Y ahora sólo queda abrir el emulador, abrir el juego deseado y jugar. Para guardar partida, aconsejo hacer un doble guardado: desde dentro del mismo juego, y desde el disquito que aparece arriba a la izquierda, que guarda en un slot el estado actual. Siempre lo he hecho así para no perder nada. Y desconozco según el juego, si alguno se vería afectado de no hacerlo de las dos formas.

El slot del que hablo es el que nos va a permitir retroceder a un momento del juego para evitar que "nos maten", o intentar algo seguidas veces sin perder nada.

Y sin nada más que añadir; ahí os dejo a vuestra libertad. Ya podéis jugar con vuestra moderna versión de consola vintage :D

(Si queréis el Pokémon Esmeralda, pedidlo y se os dará. No lo pongo para no hacer apología a las descargas ilícitas.)

jueves, 19 de marzo de 2015

"To The Muse" by Aleksandr Blok

In your hidden memories
There are fatal tidings of doom...
A curse on sacred traditions,
A desecration of happiness;

And a power so alluring
That I am ready to repeat the rumour
That you have brought angels down from heaven,
Enticing them with your beauty...

And when you mock at faith,
That pale, greyish-purple halo
Which I once saw before
Suddenly begins to shine above you.

Are you evil or good? You are altogether from another world
They say strange things about you
For some you are the Muse and a miracle.
For me you are torment and hell.

I do not know why in the hour of dawn,
When no strength was left to me,
I did not perish, but caught sight of your face
And begged you to comfort me.

I wanted us to be enemies;
Why then did you make me a present
Of a flowery meadow and of the starry firmament --
The whole curse of your beauty?

Your fearful caresses were more treacherous
Than the northern night,
More intoxicating than the golden champagne of Aï,
Briefer than a gypsy woman's love...

And there was a fatal pleasure
In trampling on cherished and holy things;
And this passion, bitter as wormwood,
Was a frenzied delight for the heart!

--Aleksander Blok


(TRADUCCIÓN -que al final he acabado haciendo yo, porque viendo lo que había por ahí...-)

Hay en tus recuerdos ocultos
fatales noticias de la perdición...
Una maldición de las tradiciones sagradas,
una profanación de la felicidad.

Hay en ti un poder tan fascinante
que estoy dispuesto también a acusarte
de hacer descender a los ángeles del cielo
seduciéndolos con tu belleza.

Y cuando te burlas de la fe
ese pálido halo, púrpura y gris,
que ya antes había visto una vez,
de pronto empieza a brillar sobre ti.

¿Malvada o bondadosa? Toda tú eres de otro mundo,
y dicen cosas extrañas sobre ti:
Para unos eres Musa y milagro,
para mí eres el tormento y el infierno.

No sé por qué, al amanecer,
cuando no me quedaba fuerza alguna,
no perecí, sino que alcancé a ver tu rosto
y rogué que me consolaras.

Desearía que fuéramos enemigos.
¿Por qué entonces me regalas
un prado de flores, el firmamento estrellado --
la entera maldición de tu belleza?

Tus temerosas caricias eran más traicioneras,
que la noche del Norte,
más embriagadoras que el dorado vino de Aï,
más breves que el amor de una gitana...

Y residía un placer mortal
en pisotear cosas apreciadas y sagradas.
Y esta pasión, amarga como el ajenjo,
fue una frenética delicia para el corazón.